George
Lucas tiene el indudable mérito de, en apenas media década, haber dado origen –o,
al menos de haber presentado a ojos del público, que es bien sabido que la génesis
de cualquier expresión artística (y en el recientemente, cuando empecé a
escribir estas líneas, leído por mí La historia de Kullervo tenemos un ejemplo palmario) lleva un periodo de decantamiento más
o menos prolongado- a dos de las sagas que más han prendido la atención del público
del cambio de siglo. Me refiero, claro está, a La guerra de las galaxias y a Indiana Jones.
Ambas
sagas han cumplido, con creces, esa aspiración que casi siempre asalta a aquel que
termina de ver una película o de leer un libro con los que ha disfrutado. Es esa
pregunta del ¿y qué más? que pocas veces
es satisfecha, pero que sí lo ha sido en los casos que nos ocupan.
En
lo referente a esa galaxia tan lejana, gracias a decenas de autores y docenas de
novelas que conformaron lo que se dio en llamar el Universo expandido sabemos qué ocurrió antes, después e incluso durante
(ahí está la estupenda Sombras del Imperio
para llenar el hueco entre los episodios V y VI) las películas… universo que la
venta de la franquicia a Disney ha enviado por el desagüe del retrete, puesto que
con el episodio VII decidieron hacer tabula
rasa, borrón y cuenta nueva y si te he visto, no me acuerdo (se nota que la
decisión no me ha gustado un pelo, ¿verdad?).
En
cuanto al arqueólogo del Fedora y el látigo, la tarea de contarnos qué dio lugar
al hombre tal y como lo conocemos corresponde casi en exclusiva a la serie de televisión
que es el objeto de esta entrada, que narra la infancia, adolescencia y primera
madurez de Henry Jones, Jr. Un breve vislumbre ya lo tuvimos, in media res, al comienzo de La última cruzada, que nos dejó con ganas
de más. Esta serie, como digo, es la que nos sacia cumplidamente (o no, porque los
diez o quince años que median entre su final y la primera aventura cinematográfica –primera
dentro de la línea vital del personaje- dan, en una vida tan ajetreada, para bastante)
de esa ansiedad.
* * *
Hasta
aquí, escrito incluso antes de haber empezado a ver la serie. De hecho, imaginado
de camino al trabajo, el último día antes de las vacaciones.
En
cuanto a la serie en sí, tal y como la he visto –que puede que no sea en el orden
en que se emitió- hay dos bloques bien diferenciados. El primero, más corto, abarca
unos cinco años, y narra las aventuras de Henry Jones Jr. en el viaje que realiza
con sus padres alrededor del mundo; viaje en el que, por aquellas casualidades de
la vida, se cruza con casi cualquier persona importante de la época o destinada
a serlo en las décadas siguientes. El segundo, algo más largo, abarca algo más de
un lustro y narra las vivencias del personaje cuando es un adolescente, antes, durante
y después de la Primera Guerra Mundial, periodo en el que no abandona su costumbre
de seguir cruzándose con casi cualquier personaje de cierta relevancia. La serie,
pues, acaba justo al comenzar sus estudios de arqueología. Mientras tanto, el
joven Jones se ha metido literalmente en todos los líos que ha podido y se ha
enamorado de prácticamente todas las mujeres con las que se ha cruzado… para
olvidarlas en el episodio siguiente, faltaría más.
Como
pero de la versión que he visto, al
ser la que se editó uniendo los episodios televisivos de dos en dos,
desaparecen las intervenciones del Indy nonagenario. No es que aportaran
demasiado a la trama, pero me habría encantado verlas. A propósito de lo cual, creo
que a día de hoy todavía no sabemos cómo el doctor Jones se quedó tuerto…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!