jueves, 7 de junio de 2018

Yo nunca me he avergonzado

Con el advenimiento de la democracia, la izquierda española poco menos que abominó de los símbolos patrios (la bandera, el himno, el escudo) por considerarlos fachas. Renunciaron a ellos mientras, en cada región y en cada localidad, se envolvían en emblemas más particulares.
Recientemente, el golpismo catalán ha tenido la virtud de sacudir esos complejos. Gentes de todos los puntos de España, yo incluido, han colgado de sus ventanas banderas de España de todos los tamaños. Marta Sánchez se ha lanzado a ponerle letra al himno nacional –en contra de lo que suele decirse, la letra de José María Pemán, compuesta diez años antes de la Guerra Civil (nada franquista, por lo tanto), no fue nunca oficial-, con favorable recepción por parte de la clase política salvo, naturalmente, los neocom y los regionalistas.
Y Alberto Rivera, siempre presto a subirse a cualquier carro que pase por su lado del que sospeche que puede proporcionarle un rédito electoral, ha lanzado la Plataforma España Ciudadana para que, dice, ningún español volverá a pedir perdón por usar su bandera, o utilizar su lengua o sentirse partícipe de un proyecto común.
Pero que no se equivoque. Yo nunca he pedido perdón por utilizar mi bandera (llevo una en cada muñeca), y mucho menos por usar mi lengua y referirme a los topónimos de mi país en mi idioma. Es decir, y como he dicho en el título de esta entrada, nunca me he avergonzado de ser español.
Otra cosa es que me avergüence de alguno de mis compatriotas…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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