Salvo
que la Historia lo reivindique, Mariano Rajoy Brey no pasará a la Historia como
un buen presidente del Gobierno de España. No ha sido el peor de siempre, ni
siquiera el peor de los recientes –le salva, más o menos, la economía, cosa que
no puede decirse de su predecesor en el cargo-, pero, teniendo los medios para
ellos (mayoría absoluta en ambas cámaras), no quiso o no se atrevió a desmontar
las grandes barbaridades del rodrigato,
desde la desmemoria histérica hasta la gramaticalmente incorrecta y judicialmente
discriminatoria ley de violencia de género.
Aparentemente,
ha hecho del tancredismo –esto es, el
no hacer nada y dejar que las cosas caigan por su propio peso- su línea de
acción política. Mal que bien, las cosas le han ido saliendo, salvo al final,
en el que la política de todos contra el
PP (que ha vertebrado la acción política de los demás partidos en el último
cuarto de siglo, es decir, desde que el partido del centro derecha español se
convirtió en una formación con opciones reales de gobierno) ha triunfado.
Descabalgado
de la presidencia del Gobierno, y en un acto –quizá el único que le reconocerán
sus críticos, aunque dirán que llegó tarde- de sacrificio, abandonó también la política: dejó tanto la presidencia del partido como el escaño de diputado y
solicitó el reingreso en el cuerpo de registradores de la propiedad,
distinguiéndose así de todos sus predecesores, que no regresaron a su profesión
una vez dejaron la segunda autoridad del Estado.
Iba
a decir que el que los neocom alabaran la elegancia y la inteligencia del gallego sería un
indicativo de que no lo ha hecho tan mal… pero me he dado cuenta de que cuando
un comunista te elogia, es que algo debes estar haciendo rematadamente mal.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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