El progretariado de izmierda reclama para sí y sus ideas un respeto y una
tolerancia que no concede a los que mantienen posiciones distintas. Fruto,
probablemente, de esa pretendida superioridad moral que ellos mismos se han
concedido.
Así,
el llamado lobby gay exige respeto y
tolerando para sus postulados, su agenda y sus objetivos, pero no tolera un
pensamiento disidente. Cuando una pareja homosexual masculina acudió a una
pastelería estadounidense para encargar una tarta para la celebración, el dueño
del negocio se negó alegando que iba contra sus creencias religiosas.
Los
homosexuales, naturalmente, acudieron a los tribunales alegando, no recuerdo si
discriminación u homofobia. Ahora, al cabo de los años, el Tribunal Supremo del
país ha respaldado al pastelero.
La
justicia tarda, pero llega. Esta vez, a tiempo. Bien por el pastelero.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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