El
Jueves por la tarde, mi hermano me preguntó, a propósito de la moción de
censura, ¿y ahora qué va a pasar?;
más tarde, ya por la noche, mi padre me preguntó ¿cómo esto es posible? Con esta entrada voy a intentar contestar a
ambas preguntas y, de paso, dar mi opinión sobre el tema. Como si necesitara
excusas para ello, je…
Lo
que ha pasado es que ha triunfado una moción de censura. No por primera vez,
porque Rodríguez Sahagún, por ejemplo, alcanzó la alcaldía de Madrid por esta
vía. Tampoco es la primera vez, como dicen, que alguien que no ha ganado las
elecciones alcanza la presidencia de un ejecutivo. Ya ha ocurrido otras veces,
en general en contra del Partido Popular, pero también de Ciudadanos en las
últimas elecciones autonómicas catalanas.
¿Por
qué ha ocurrido? No porque, como solía decir mi madre (que Dios la tenga en Su
gloria), España sea un país de izquierdas: en un país de izquierdas un dictador de
derechas no habría aguantado casi cuatro décadas en el poder muriendo en la
cama de viejo. No, España es un país de miserables, de cobardes y de
envidiosos. Y son los miserables, los cobardes y los envidiosos los que buscan
concitarse contra quienes son, no mejores que ellos (pues todos los políticos,
como suelen clamar las turbas en las manifestaciones, la misma mierda son, sobre poco más o menos), sino más eficaces en
la gestión de los recursos públicos en beneficio de alguien que no sean exclusivamente
ellos mismos. Básicamente, la derecha nacional española.
Es
decir, que lo que une a socialistas, comunistas, golpistas catalanes,
terroristas vascos, supremacistas aranistas y bichos de semejante pelaje es,
por decirlo pronto y mal, lo que da título a esta entrada. Eso es lo único que tienen
en común, porque se odian entre ellos casi tanto como odian al PP: los
comunistas consideran a los socialistas unos blandos, y éstos a aquellos una
panda de exaltados; los golpistas catalanes se consideran miembros de una raza
superior, y lo mismo los epígonos de Sabino Arana; los asesinos terroristas
odian a todo aquello que suene a España; y así sucesivamente.
¿Y
qué va a ocurrir? Que, más pronto que tarde, comenzarán a despellejarse entre
ellos. Cuando Junior propone a Sin vocales un frente popular para las próximas generales, uno y otro deberían tener en cuenta que los miembros del
primero, hace ahora ocho décadas, se dedicaron a despellejarse entre ellos (en
algunos casos, literalmente: que se lo digan a Andrés Nin) en lugar de
presentar un frente unido ante los militares sublevados. Y eso que se estaban
jugando, sin metáforas, la vida.
Hace
década y media, cuando Rodríguez llegó a la presidencia del Gobierno de España a
lomos de casi doscientas abstenciones, dije en la correspondiente presentación
semanal (¡qué tiempos aquellos!) que me gustaría ser portugués, porque iba a
partirme la caja viendo lo mal que lo iban a pasar los españoles durante los
cuatro años siguientes. Hoy soy más viejo y, quizá, algo más sabio. No quiero
ser portugués, estoy encantado de ser español; no me alegro de las desgracias
de nadie (aunque, en ocasiones, no me inspiren conmiseración alguna); y preveo
que el gobierno de Sánchez, dure mucho o poco, será una desgracia para España de
tal calibre que hará que veamos el rodrigato
como una época feliz, en comparación.
Algunos
me dicen que sólo critico a los que no tienen mis mismas ideas políticas. Es cierto,
relativamente: pero es que de criticar a la derecha ya se encargan (casi) todos
los demás. Que no lo haga yo (a veces sí lo hago, ya tocará valorar en rajoyato) no signifique que los
considere buenos, sino simplemente el menor de los males posibles.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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