Pedro
Sánchez, finalmente, desveló los miembros de su gobierno. Como no podía ser
menos, y con tanta gente que colocar, fue un gobierno más numeroso que otros
anteriores. Al fin y al cabo, si el Partido Popular nos ha sacado, mal que
bien, de la crisis en la que nos enfangó el PSOE (básicamente, gracias a
negarla), ¿a santo de qué ahorrar, a estas alturas?
Entre
los ministros nombrados ha habido de todo, como en botica. Sorprendentemente, y
a pesar del erial intelectual en el que el rodrigato
convirtió al partido de la mano y el capullo –que, por otra parte, nunca es
que fuera un vivero de eminencias-, la cosa quedó bastante aseada. Eso sí, a
base de tirar de figuras de la época de Felipe González o ajenas al partido. Aunque,
entre estas, también hubo alguna que otra pifia. Ya iremos viendo.
Para
empezar, nombró a José Borrell (ojo con él, como decía Rubalcaba, o Guerra, o
algún otro de lengua viperina) para desempeñar el cargo de ministro de Asuntos Exteriores. Probablemente la persona con más bagaje político de la docena y
media de ministros, presenta sin embargo un hándicap que nadie parece haber
mencionado: cuando, hace un par de décadas, alcanzó la posición de candidato a
la presidencia del Gobierno por el PSOE, la bicefalia partidista fue atajada
sacando a relucir los pufos que se habían producido en la rama barcelonesa de
Hacienda siendo él ministro. Si se ha achacado a Rajoy (o a Esperanza Aguirre)
que eran culpables por negligencia in
vigilando, parece que cuando se es socialista estas cosas tienden a
olvidarse. Por algunos.
En
Interior –departamento que Madgadita aspiraba a ocupar junto con Justicia, emulando a su jefe de hace cinco lustros-
han colocado a un juez (chúpate esa, Baltasar), icono de la lucha contra ETA y
homosexual, para más señas. Aunque eso no le ha impedido (lo de ser icono, no
lo otro) no descartar el acercamiento a Cataluña de los golpistas presos.
Hablando
de Madgadita Dobles, le han dado el
ministerio de Defensa, junto con el control del Centro Nacional de Inteligencia. Mucho me temo que, en sus manos, resulte poco menos que un
oxímoron.
Como
ministro de Cultura y Deporte han colocado a un antiguo presentador de
televisión cuyo mayor bagaje intelectual han resultado ser una serie de tuits
en los que dejaba bien claro que el deporte, para ser misericordiosos, le
importaba bien poco. Pero de Mínimo
(casi Infimo) hablaremos en próximos
días…
Y
hablando del juez prevaricador, en la cartera de Justicia colocaron a una
íntima amiga y compañera de cacerías de Garzón y del ministro esquizoide. Sí,
hombre, aquel que dijo que después de luchar contra los padres lucharían contra
los hijos… cuando los hijos eran, precisamente, ellos mismos.
Para
Ciencia y Tecnología, Sin vocales
eligió a alguien de altura. De mucha altura. De hecho, alguien que ha estado
más alto, no ya que cualquiera de sus compañeros del consejo de Ministros, sino
incluso que cualquiera de sus compatriotas: un astronauta, nada menos. Teniendo
en cuenta que los yanquis no mandan allá arriba a ningún zote, es indudable que
Pedro Duque está académicamente muy cualificado. Lo que habrá que ver es si
sabe gestionar o, en su caso, elegir a buenos gestores para su ministerio.
La
ministro de energía dio una de cal y otra de arena. Si por un lado ha señalado
el despilfarro que suponen las ayudas a las energías llamadas fósiles (algo en
lo que estoy completamente de acuerdo con ella: si una mina de carbón no es
rentable, se cierra y santas pascuas), por otro sigue la tendencia progresoide de oponerse a las centrales
nucleares y apostar por las calificadas renovables
(creo que ya he dicho que inagotables
sería un término más ajustado), acelerando la transición hacia éstas. Mira tú,
lo que nos íbamos a ahorrar en minas nos lo vamos a gastar en molinillos…
La
titular de Hacienda también apuntó maneras. Buenas, quiero decir. Aparte de que
se diferencia de su predecesor, aparte de en el sexo, en sólo una letra del
apellido (una e por una o), pidió a dicho antecesor que acabara con el privilegio del cupo vasco.
Y
luego está la vicepresidente, esa que siendo ministro de cultura demostró que
de latín, nada de nada (siendo egabrense, más le valdría), y de economía (el dinero público no es de nadie, dijo),
menos aún. La mema esta dio la nota, ya que al prometer el cargo también dijo
que guardaría el secreto de las deliberaciones del consejo de ministras y ministros. Así, tal como suena.
Como
buenos borregos, la mayoría de sus compañeros dijeron la misma sandez. Más les
valdría haber tomado algunas clases de protocolo, porque su comportamiento en
la ceremonia para con el Jefe del Estado dejó mucho que desear.
Al
igual que el de la Real Academia de la Lengua, que cuando estos lenguaraces
estaban en la oposición criticaba esa costumbre de mencionar los dos géneros. Ahora
que están en el poder, parece que lo admiten, lo que avergüenza a alguno de sus miembros más combativos.
Y
a mí, Arturo. Y a mí…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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