José
Luis Rodríguez Zapatero es, entre otras cosas, un miserable. Se puede decir más
alto o con palabras más gruesas, pero no más claro. Mientras firmaba el llamado
pacto por las libertades y contra el terrorismo, mantenía conversaciones bajo
cuerda, o eso parece, con los asesinos terroristas.
Rodríguez,
al menos, ganó –bien es verdad que con mayoría relativa- dos elecciones
generales. Sánchez no ha ganado ni una sola; es más, ha roto, vez tras vez, el
suelo electoral de los socialistas, y se ha convertido en el presidente de
Gobierno con el menor grupo parlamentario de los últimos cuarenta años.
Precisamente por ello, ha tenido que recabar apoyos de prácticamente todo el
arco parlamentario, de los golpistas catalanes a los terroristas vascos.
Y,
como en política, nadie hace nada gratis. Todos cobran peajes. Y lo único
objetivamente decente que está haciendo Sin
vocales es cumplir esos peajes. Ojo, que he dicho objetivamente: cuando uno se compromete a hacer algo, con
independencia de lo que sea ese algo, lo decente es cumplir el compromiso. Otro
asunto distinto es que esa acción comprometida sea reprobable.
Y
lo ha sido. De momento, ya ha declarado que acercará a los terroristas presos a
Vascongadas. Y encima lo ha hecho sacando pecho, como si lo que hace fuera
subjetivamente decente. Pero no lo es… y así lo han puesto de manifiesto las
víctimas del terrorismo en su encuentro con los ministros: el acercamiento de etarras es indecente.
Mira
tú por dónde: para una vez que haces algo decente, Pedrito, resultas ser un
marrano.
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