En
general, los gobiernos sustentados por partidos de izquierdas son partidarios
del gasto público por el gasto público –no
hay que sacralizar el déficit-, lo que acarrea subidas de impuestos; en
cambio, los gobiernos sostenidos por partidos de derechas tienden más a la contención
presupuestaria –el santo temor al déficit-
lo que, correlativamente, permite una menor carga tributaria a los ciudadanos.
En
lo que acabo de decir, como en todo en la vida, hay excepciones, claro está.
Hace unas semanas hablé, creo recordar, del ministro alemán de Hacienda, un
socialdemócrata que había promovido una rebaja de impuestos y una bajada del
gasto público. En cambio, un gobierno (teóricamente) de centro derecha como el
del Partido Popular ha llevado en el último sexenio, con la excusa de salir de
la crisis, una política impositiva y de gasto público que dejaba los programas
de los partidos de izquierda como una especie de quiero y no puedo.
Hasta
que la izmierda ha vuelto al poder,
con lo que llegan de nuevo los que de verdad saben crujirnos a impuestos. Con la
excusa de crear un Estado social de
verdad, o pamema semejante, el gobierno de Sin vocales ya ha anunciado su intención de subirles los impuestos
a los bancos –que se han plantado en bloque, alegando que ya pagan muchos impuestos… algo que, en general, todo el mundo opina de sí mismo, dicho sea de
paso- y de dar un palo histórico a
los trabajadores cualificados (aquellos
con un sueldo bruto de más de sesenta mil euros anuales), que pagarán en
impuesto sobre la renta y cotizaciones más de la mitad de su sueldo real.
Y
ahora vais y les votáis, cretinos.
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