Cuando
uno se ve con expectativas de victoria, es fácil proclamar que se será
magnánimo con la otra parte tras la contienda. Sin embargo, es tras conocerse
los resultados y paladear la derrota es cuando verdaderamente se comprueba la
altura de espíritu.
En
el caso de Triple S, parece que dicha
nobleza de espíritu guarda proporción con su talla física: es decir, que es
escasa, y lo mismo ocurre con sus corifeos. Tras haber sido vencida en la
segunda (y definitiva) vuelta de las elecciones a la presidencia del Partido
Popular, aplicó de modo peculiar sus proclamas de integración y reclamó una representación en la nueva ejecutiva
proporcional a los resultados obtenidos, es decir, del cuarenta por ciento.
Esas
pretensiones nunca se han explicitado en ningún resultado partidista: ni
Errejón contra Junior, ni Bono contra
zETAp reclamaron, que se sepa, una
presencia en los órganos de control proporcional a los resultados obtenidos.
Casado ha demostrado, al menos en esto, no ser ningún tonto y ha dicho que no. Tampoco
ha tirado de sorayos a la hora de nombrar al secretario general (algunos maricomplejines decían que tendría que
ser secretaria... ¿por qué?), no la portavoz en el Congreso de los Diputados.
Es más, ha dejado muy claro que no va a
admitir ninguna corriente interna.
Ante este
cariz de cosas, el joven Javier
Arenas ha dejado la dirección de Génova y la secretaría general del grupo popular en la cámara alta. Eso sí, supurando por la herida y tras afirmar que
puede que Casado dure todavía menos que Hernández Mancha.
Veremos…
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