Los
nacionalistas tienden, en general, a mirarse su ombligo; llevando las cosas un
poco más lejos, no es raro que piensen que ese obligo es, además, el centro del
mundo. Por ello, en lo que a los regionalistas españoles se refiere, tiendo a
denominarlos necionanistas.
El
problema con esos necionanistas es
que los sucesivos gobiernos españoles les han malacostumbrado. Son como niños
malcriados, acostumbrados a que se cumplan todos sus caprichos y que recurren
al berrinche cuando son desairados, seguros de que la otra parte acabará
cediendo.
Lo
malo –para ellos- es que, como al niño consentido que se enfrenta al mundo
exterior y tiene una pataleta, tal y como está acostumbrado , lo que ocurre es
que se lleva un soplamocos de padre y muy señor mío, figurada o literalmente.
Y
eso es lo que le ha ocurrido al último representante elegido de los necionanistas catalanes, Chis Torra, estando de visita en Nueva
York. Hace tres semanas, en un acto celebrado por el Smithsonian, el
supremacista soltó sus típicas monsergas y falsedades, siendo replicado en el
acto (en el sentido topográfico y en el cronológico) por el embajador español,
que fuera ministro de Defensa con Mariano Rajoy.
Los
necionanistas reaccionaron como
acostumbran montando un pollo con silbidos y abucheos y marchándose de la sala.
En la calle siguieron con el espectáculo, pero cuando intentaron regresar a la
sala las autoridades del museo se lo impidieron.
Lo
dicho: por ahí afuera sí saben tratar a estos mamarrachos. Lo malo es que,
viajando, no se van a corregir…
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