Un
país lo tiene negro si los puestos de responsabilidad están ocupados por
quienes se hayan en connivencia con los que quieren destruirlo. En la historia
de España ya ha ocurrido en varias ocasiones.
Así,
que recuerde, me vienen a la cabeza dos. La primera, con motivo de la invasión
musulmana en el año 711. Inmerso el reino visigodo en una guerra civil, uno de
los bandos busco apoyo en el ejército que se agolpaba al otro lado del estrecho
de Gibraltar (otros mencionan al conde don Julián, gobernador de Ceuta, que
molesto porque el rey don Rodrigo se beneficiara
a su hija Florinda, llamada la Cava
–en árabe, mala mujer… pensad mal y
acertaréis-, daría paso franco al ejército invasor). ¿La consecuencia? Ocho
siglos prácticamente redondos hasta que España volvió a ser una (si descontamos
Portugal), los que van de 711 a 1.512: confieso que esta cuenta nunca la había
hecho.
La
segunda ocurrió hace unos doscientos años, cuando el ejército de Napoleón
Bonaparte invadió España con la connivencia de la Corona y de parte de las
clases influyentes –otra vez- con el pretexto de conquistar Portugal. En esta
ocasión bastó apenas un lustro para que los gabachos salieran por patas, aunque
tuvimos ayuda para ello.
Y
como no hay dos sin tres, ahora el Partido Socialista, perito en infamias y
traiciones, se ha aliado con golpistas, terroristas y separatistas, y está
dispuesto a cualquier cosa, o eso parece, para mantenerse en el poder. En una
flagrante violación de los principios de separación de poderes y de
independencia judicial, y hasta del instinto de supervivencia como país, la
delegada del Gobierno en Cataluña se manifestó partidaria de indultar a los golpistas presos, una vez sean condenados y si éstos lo piden; mientras, la
vicepresidente del Gobierno también abogaba por sacar a los golpistas de la
cárcel si la vista oral se alargaba demasiado.
Los
separatistas, que de separación de poderes saben lo mismo que de física nuclear
(o de decencia, ya puestos) también presionaron a jueces y fiscales, ora
pidiendo retirar la acusación de rebelión, ora reclamando que el fallo se
produzca antes de las elecciones municipales, autonómicas (no en Cataluña… o
sí, que en esa región de España nunca se sabe cuándo, salvo antes de la fecha
límite, van a tener lugar los comicios) y europeas de la próxima primavera,
para que los jueces no hagan política.
Finalmente,
dctr Snchz no descartó los indultos y
compartió con la delegada mencionada en primer lugar que falta empatía. Teniendo en cuenta que Wikipedia
define la empatía como la capacidad de percibir,
compartir y comprender lo que otro ser puede sentir, y el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua como capacidad
de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos, sólo falta empatía
en lo de compartir los sentimientos
de los golpistas, porque hacerlo sería suicidarse como país. Percibirlos y comprenderlos
lo hacemos todos, y rechazarlos también todos aquellos que sienten (sentimos) como
propio el brindis de los Tercios Viejos:
¡Por España! Y el que quiera
defenderla, honrado muera.
Y el traidor que la abandone,
no tenga quien le perdone,
ni en tierra santa cobijo,
ni una cruz en sus despojos,
ni las manos de un buen hijo
para cerrarle los ojos.
Al
menos, el presidente del Partido Popular anduvo al quite y censuró a la
delegada (obsérvese que no he querido recoger su nombre), al tiempo que señaló
lo evidente: que el presidente del Gobierno es rehén de los independentistas. O,
en román paladino, que le tienen bien agarrado por los dídimos.
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