La
doctrina Mafalda ha revelado ser una
herramienta casi infalible para determinar la bondad o maldad de una
determinada medida política. Supongo que a la inversa también funcionará –en
plan si al autor de ‘Crónicas desde el
octavo pueblo’, como es un facha, le parece mal, entonces será bueno y
progresista-, pero este blog lo escribo yo y por eso disparo contra quien
me parece.
Hace
un mes, Ciudadanos defendió en el Congreso de los Diputados una ley contra la discriminación lingüística en el empleo público; o, dicho de otra manera, que
no se valore más el conocimiento de lenguas cooficiales que la pericia
profesional o los saberes técnicos. Como cabía esperar, izquierdistas (del PSOE
para allá) y necionanistas
reaccionaron desaforadamente en contra de la propuesta, llegando a comparar al
parlamentario que la defendía, Toni Cantó, con José Antonio Primo de Rivera (y
no como un elogio, precisamente, aunque cualquier comparación como
parlamentario con el fundador de Falange debería ser aceptada con orgullo).
Aplicando
pues la doctrina Mafalda, la
propuesta de ciudadanos vendría a ser, empleando las palabras de la Pepa, justa y benéfica.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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