Ser
comunista es una opción legítima. Estúpida si se quiere, indudablemente malvada
aunque sea por complicidad, pero legítima. Es decir, Dios nuestro Señor nos dio
libre albedrío –hasta a los que no creen en Él-, de modo que pudiéramos elegir
lo que quisiéramos.
Lo
que es triste es que muchos de los comunistas actuales –no hablemos ya de los
socialistas, que en eso son legión- se han criado en hogares que podríamos
llamar de derechas. Recuerdo ahora,
aunque la analogía no es exacta, que el hijo de un gobernador civil socialista –Goñi
Tirapu, creo que era- se encuadró en las filas de los asesinos terroristas de
ETA. Por no hablar de la estúpida proclama del ministro Bermejo, diciendo que
tras luchar con los padres lucharían con los hijos… obviando el hecho de que
los padres eran los suyos, con lo que estaba llamando a la contienda con sus
hermanos o con ellos mismos. Esquizoide.
La
izquierda española vive de la Guerra Civil –esa que provocaron desde 1.934 y
que perdieron, entre otras cosas (y ya que el Generalísimo era, a su decir, una
nulidad militar) por su incapacidad de aparcar los odios intestinos-, supura
por ella y respira por ella. Reclama cerrar unas heridas que ellos mismos se
han encargado de volver a abrir, cuando ya casi nadie tocaba el tema. En un
extraño giro de dignidad, el vídeo del Gobierno para celebrar el cuadragésimo
aniversario de la Constitución muestra la reconciliación de dos ancianos que
lucharon en diferentes bandos.
Algo
que no ha gustado nada a los neocom –una
extraña mezcla de hijos de papá y vástagos de terroristas-, que comparan la
represión franquista con el holocausto (cuando si alguien sabe de exterminios
en masa son, precisamente, los comunistas) y dicen que el vídeo es una puta vergüenza.
Dejando aparte ese verbo florido, y aplicando
la doctrina Mafalda, habrá que
concluir que, por una sola vez, el Dctr
Snchz ha hecho algo bien.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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