Leo
con estupor el titular de que La RAE estudiará cambiar las acepciones de ‘negro’ a petición de una ONG. Luego
resulta que la cosa no es para tanto, pero el susto no me lo quita nadie.
Resulta que la ONG (es curioso que se denominen
como no gubernamentales las
organizaciones que viven, y muy bien, básicamente a base del dinero público…
pero esa es otra historia) Red Española de Inmigración ha animado a la RAE a
establecer un diálogo fluido con las
personas racializadas para comprender y conocer la necesidad de cambio de
estas acepciones.
Esto me lleva a preguntarme quiénes son
personas racializadas. Probablemente
sólo las no blancas; pero habida cuenta del mestizaje imperante en el mundo
actual (los llamados afroamericanos son más americanos que afro, y casi todos
sin excepción son café con leche… algunos con bastante leche, dicho sea de
paso), habría que preguntarse qué porcentaje de sangre racializada convierte en racializado
a su portador.
Resulta que una de las acepciones para la
palabra negro recogida en el diccionario
de la RAE es la de persona que trabaja
anónimamente para lucimiento y provecho de otro, especialmente en trabajos
literarios. También recoge la palabra como adjetivo con las acepciones de oscurecido, deslucido o muy sucio o
de una sensación negativa o también infeliz, infausto y desventurado.
Ya puestos, les sugiero los siguientes:
gitano es trapacero, usado como
ofensivo o discriminatorio; mongólico, que
padece mongolismo (síndrome de Down); cafre, bárbaro, cruel, zafio y rústico; y moro, hombre
celoso y posesivo que tiene dominada a su pareja. Sólo por poner unas
cuantos ejemplos.
Y es que el lenguaje es el que es, mal que les
pese a estos borricos (personas rudas)… y que me perdone el noble y sufrido
jumento.
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