Precisamente
ayer leí en los comentarios de un blog que sigo que un sujeto, declarándose no
comunista, decía que tenía que agradecer a (entre otros) los comunistas el hecho
de poder vivir en una sociedad capitalista con libertad.
No
niego que, hace doscientos años, los movimientos de izquierdas fueran
importantes para una conquista paulatina de derechos y libertades, acabando con
los privilegios de unos pocos. Pero los dos siglos transcurridos, la izquierda
ha devenido cada vez más autoritaria e intolerante para con los que no piensan
como ella; o, por mejor, decir, los más intolerantes con el pensamiento ajeno
(feministas, animalistas, progresistas y miembros de los demás ismos) se proclaman como de izquierdas. Y
los partidos de izquierdas, socialistas o comunistas, no sólo no rechazan esa
afiliación, sino que les jalean, vitorean y alientan.
Tomemos
el caso del que ha sido primer expulsado en la presente edición del programa Operación Triunfo (programa que, como
los demás espectáculos presuntamente realistas –me niego a utilizar los
palabros extranjeros). Hace un mes se supo que en su cuenta personal de
Instagram el joven publicó varias fotos con banderas de España, fragmentos de
la Biblia y una con el rey Juan Carlos, motivos por los que muchos seguidores
del programa pidieron que no pasara el primer corte, sin juzgar su talento (es
decir, antes de que pudiera, literalmente, abrir la boca).
Qué
diferencia con la edición anterior, en la que el público toleró las
manifestaciones filoseparatistas de uno de los cantamañanas participantes y el
silencio cómplice de su novia, también gorgoritos concursante.
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