Para los que crecimos en los ochenta, la saga de Karate Kid supone un recuerdo imborrable. Si además eres uno de los de mi tipo, que siempre te preguntas qué sucedió después, esta serie es como maná caído del cielo.
La idea de la serie surgió, por lo visto, de
un episodio de Cómo conocí a vuestra madre, en el que se planteaba que
el verdadero villano de la saga era Daniel Larusso, que había venido a poner
patas arriba la tranquila vida de Johnny Lawrence, que sería el verdadero chico
del karate.
Combinando hábilmente nostalgia y (un
razonable) buen pulso narrativo, Youtube nos trajo durante dos temporadas las
andanzas de un fracasado Johnny (divorciado, alcohólico, con un trabajo de mala
muerte) y un triunfador Danny (rico, casado, con hijos). Poco a poco fueron
apareciendo todos los personajes de la serie de películas, con la excepción de
Pat Morita (lógicamente, había fallecido pero -atención, espóiler- en la sexta
temporada le traen de vuelta en un par de secuencias) y Hillary Swank.
También, de un modo u otro, todos los
personajes demuestran tener un lado bueno -sí, incluso Kreese, o el bad
boy del karate de la tercera película-, con la excepción de Terry Silver, que
se muestra como el auténtico villano irrecuperable de la saga.
Hay multitud de guiños, no sólo a la saga -te
cuentan la versión de Ali de su ruptura con Daniel-, sino a toda la cultura pop
de los ochenta, saga de Rocky incluida. Y las peleas de karate, sin llegar a
ser la maravilla de los verdaderos artistas marciales, están mejor
coreografiadas.
Cómo será la cosa que la serie ha propiciado
una película donde por fin se desvela la gran duda que atenazaba a los
aficionados: la película de Jackie Chan y Jaden Smith, ¿era real dentro
del Miyagiverso, o sólo una película?
Es real.
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