Ya he hecho disquisiciones, en alguna otra ocasión, sobre qué es lo que puede impulsar a las personas a acaparar riquezas más allá de todo límite razonable, entendiendo por tal el que serán capaces de gastar en lo que les quede de vida.
Hoy toca preguntarme qué lleva a algunos
líderes políticos presuntamente democráticos a intentar controlar todos los
resortes del poder, para de ese modo intentar perpetuarse en el poder. Algo que
sólo tiene sentido -lo de espíritu de servicio público lo vamos a dejar aparte
por improbable- si pretenden abjurar del disfraz democrático y, quitándose la
careta, aparecer como los autócratas que son. Porque, de lo contrario, acabarán
perdiendo el poder, aunque sea a manos de los suyos, que ya no les considerarán
de los suyos.
Ha pasado y volverá a volverá a pasar: cuando
las ratas huelen a muerto, abandonan el barco tras emprenderla a dentelladas
con el moribundo.
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