Hace unos días leí un artículo en el que el autor se preguntaba, retóricamente, cuándo se perdió Marx para el liberalismo.
No recuerdo bien a qué conclusión llegaba,
pero la mía está clara: nunca hubo posibilidad alguna de que el jeta vocacional
fuera por esa senda… precisamente por ser cómo era. Un jeta, un vago, un
aprovechategui de manual. Y el liberalismo exige esfuerzo, trabajo, dedicación.
Y ni siquiera entonces es seguro que tengas éxito.
Viene esto a cuento del hecho de que dos de
los ministros comunistas del desgobierno socialcomunista que tenemos la
desgracia de padecer presentaron hace tres semanas el proyecto de lo que
llaman Estatuto del Artista, y que definen como una reforma laboral
para el mundo de la cultura.
Preguntados por las perspectivas de que
pasara el trámite parlamentario -dadas las, por ser suaves, precarias mayorías
que el psicópata de la Moncloa es capaz de concitar-, la tucán de Fene dijo a
los periodistas que lo tramitarían como real decreto, para que no pasara por el
Congreso, para facilitaros la vida. Mientras, el titular de Incultura
remataba la cosa diciendo que tenemos miedo a la soberanía popular.
Lo único bueno de todo esto es que, teniendo en cuenta el éxito que las medidas de estos mastuerzos tienen, si la norma sale adelante lo más probable es que nos quedáramos sin cultura… con lo que no se perdería nada.
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