En no recuerdo qué película, Julius Groucho Marx decía la siguiente frase: Estos son mis principios; si lo le gustan, tengo otros.
Es una frase de un cinismo insuperable
aunque, claro está, el inmortal cómico judío la decía en broma (espero). Lo que
pasa es que puede aplicarse sin mayor problema a los marxistas de verdad,
que desde que la doctrina se fundó, hace ya casi dos siglos, han proclamado estentóreamente
una cosa y han practicado ostensiblemente otra.
Pero, al menos en otros tiempos, disimulaban
un poco y proclamaban que lo hacían por el bien del proletariado, de la gente
o, así en general, de la humanidad. Ahora, arrojadas las caretas, ya ni se
molestan en fingir un ápice.
Es el caso de la tucán de Fene que, tras
denunciar que prorrogar el funcionamiento de las centrales españolas vulnera el
acuerdo que posibilitó el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia
de padecer, rehusó hablar de posibles consecuencias.
Probablemente porque la primera sería la pérdida de la poltrona y, claro, su delicado traspuntín sufriría.
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