domingo, 10 de abril de 2016

Mucho han tardado…

Eso fue lo que pensé cuando leí el titular de que Ahora Madrid convierte su código ético en papel mojado tras trescientos días en el Ayuntamiento. Y no me refería a los neocom, sino a los periodistas que publicaron la noticia, porque los perroflautas devenidos concejales se pasaron su sedicente código ético por el arco del triunfo (si prospera la iniciativa de doña Rojelia, ¿habrá que decir que se lo pasaron por el arco de la democracia?) a los cinco segundos de aposentar sus tafanarios en las poltronas municipales. Ese código ético que decía que cualquier cargo político que fuera investigado por un delito debería dimitir ipso flauto. ¿O es que nadie se acuerda del concejal que ofendió, de una tacada, a las víctimas del terrorismo, a las de la Shoah, a las de los crímenes más terribles y al buen gusto?
Claro, que la cosa no acaba ahí. Cuando su procesamiento sólo era una hipótesis probable, la estríper aficionada señaló que no tenía demasiado claro que fuera a dimitir si la acababan condenando. La acabaron condenando, y no dimitió. Cosa lógica, porque tras admitir que ya en su primera comparecencia mintió a los periodistas, se despachó diciendo que se considera legitimada para seguir siendo portavoz del Ayuntamiento de Madrid.
Cosa lógica, por otra parte, porque teniendo en cuenta el personal que integra el equipo de gobierno municipal, Rita la despelotadora es casi de lo menos malo. Por ejemplo, está el concejal de seguridad, que al ser rodeado e increpado (diría que escracheado si no fuera porque la palabrita me repele ya desde su misma escritura) por miembros de la policía municipal, les llamó fascistas (por lo que ha sido imputado y ahí sigue, sin dimitir). Es lo que tiene esta gente de izquierdas, que su repertorio de denuestos e improperios es bastante limitadito.
Como su vergüenza. Desde que comencé a escribir en este blog me he cansado de hablar de la ley del embudo, de la doble vara de medir y de metáforas similares, pero nunca hasta ahora lo había visto expresado con tal claridad, desparpajo y desfachatez. Ahora resulta que, según la bailarina exótica, hay dos clases de escraches: los buenos y los malos.
Los buenos, claro está, son los que perpetran ellos. Si, en cambio, los sufren, entonces son de lo peor.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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