domingo, 29 de enero de 2017

Estoy con los energúmenos

En España, si eres de izquierdas (cuanto más al extremo, mejor), o necionanista, o incluso (esto es lo mejor de todo), ambas cosas, puedes hacer lo que te dé la gana, que siempre podrás camuflarlo como libertad de expresión: da lo mismo que quemes fotos del Jefe del Estado, que te cagues en la puta España (sic), que quemes la bandera de todos los españoles, que rodees el Congreso de los Diputados, que ocupes las plazas públicas semanas y semanas, que enseñes las tetas en un lugar de culto (católico, por supuesto, no hay ovarios para hacerlo en uno musulmán), que te rías de las víctimas del terrorismo, los asesinos o el Holocausto, que revientes una conferencia en la Universidad de alguien que no comparte tus postulados ideológicos, o que te manifiestes apoyando a asesinos terroristas (de tu cuerda, por supuesto). La progresía, los medios de comunicación y hasta la judicatura se mostrará dispuesto a disculparte.
En cambio, si eres de derechas (y cuanto más al extremo te encuadren, peor para ti), lo tienes crudo. Si el día de una fiesta regional entras en un centro cultural a reventar el acto, te condenarán, te acusarán de discriminación ideológica y el Tribunal Supremo agravará tu condena.
Y, de remate, los medios de comunicación te llamarán energúmeno.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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