martes, 24 de enero de 2017

La irreversible decadencia de Occidente

De no ser porque se trata de una formación política históricamente dañina para España, casi daría pena contemplar la situación actual del PSOE. Casi.
Felipe González y Alfonso Guerra convirtieron al partido del puño y la rosa en una máquina de ganar elecciones. Durante cosa de década y media, su dominio en la escena política española fue prácticamente omnímodo. Sólo el lógico desgaste y una crisis económica de la que no pudieron o no supieron librarnos (y no sería la última vez que el titular de la cartera haría eso mismo) provocaron su alejamiento de la poltrona monclovita.
Tras la dulce derrota, Isidoro se apartó de la primera línea, dejando el puesto a alguien de su confianza, el inane Almunia. Queriendo legitimarse, convocó unas primarias… que perdió frente a José Borrell (ojo con él), alguien infinitamente más capaz (y quizá por eso mismo, infinitamente más soberbio). Sin embargo, el aparato¸ en la tesitura del perder el poder frente a un outsider (es un decir, el otrora ministro de Hacienda era tan aparatchnik como el que más, pero casi imposible de controlar) le hicieron la vida imposible, hasta que se vio obligado a dimitir como candidato: como dije yo en aquella época, la bicefalia sólo produce cefaleas (y, añado ahora, sólo se cura con una decapitación).
Con las manos libres, Almunia cometió un error de bulto (recordemos, era un inane), y acudió a las elecciones del año 2.000 en coalición con los comunistas. ¿El resultado? Dar la mayoría absoluta a Aznar (que no supo aprovechar) y romper (no sería la última vez) el suelo electoral del PSOE.
Las cosas parecían encaminadas a una tercera victoria electoral consecutiva de los populares; sin embargo, ciento noventa y tres abstenciones hicieron saltar por los aires todos los pronósticos y llevaron al poder al inane Rodríguez. Éste consiguió una segunda victoria (relativa), pero convirtió al partido (cuyo nivel previo tampoco es que fuera para tirar cohetes, con un ministro de Cultura diciendo catorceavo en lugar de décimo cuarto) en un absoluto páramo intelectual.
Desde entonces, cada secretario general que ha llegado ha hecho bueno a su predecesor, al tiempo que ha roto el suelo electoral en el que se encontraba. Sólo así se entiende que cuando un inane (y van…) como Francisco López anuncia que no descarta presentar su candidatura a la secretaría general, que asume todo el legado del PSOE, lo bueno y lo malo (habrá que preguntarle si asume los GAL, Filesa, la reprivatización de Rumasa y la revolución de Asturias, por citar sólo unos cuantos ejemplos) y que cuenta con un equipo fuerte, la gente no se parta de risa, sino que se tome en serio el anuncio. Envalentonado, el hombre que comenzó el derribo de la franquicia vasca de los socialistas confirmó que se presentaba y que se sentía con fuerzas para reconstruir el PSOE.
Pero hete aquí que el penúltimo inane, alias Sin vocales (es decir, Pdr Snchz) intente (otra vez) volver (otra vez), y al tiempo que llama traidor al vascongado (de apellido nada euscaldún, por otra parte), que niega ser un traidor y proclama su lealtad al partido, se lanza a la carretera (otra vez), comenzando su gira en el corazón del susanismo (otra inane), Sevilla.
Lo dicho, inanidad a la inásima potencia.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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