jueves, 19 de enero de 2017

La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero…

…que viene a ser el reverso (o el anverso, según cómo se mire) de otro dicho, que suelo emplear con relativa frecuencia: el de ya habló de putas la Tacones. Cuando hago ese comentario, no digo que la hipotética peripatética esté errada, sino que, por tener mucho de lo que avergonzarse, estaría mejor calladita. Como en el caso del monarca micénico y del pastor de sus marranos, cuando algo es cierto, lo es, con independencia de quien lo haya dicho. Otra cosa es, repito, que no sea la persona quizá más indicada para andar señalando circunstancias, debido precisamente a las particulares del orador (hay que ver lo que llevo escrito, y todavía no he entrado en harina…).
Personalmente, considero que José María Aznar es, con diferencia, el mejor presidente de Gobierno que ha tenido España en el último medio siglo (incluso podría decir que tres cuartos, pero eso ya sería meternos en la posguerra y mentar al Generalísimo, y la cosa no viene a cuenta), cosa que, por otra parte, tampoco resulta tan difícil, dado el nivel de sus predecesores y sucesores. Quizá Calvo-Sotelo tuviera más talla política e intelectual (esto último, casi sin duda alguna), pero no tuvo tiempo de demostrarlo.
Habrá quien me diga que no es para tanto, y que Aznar cometió errores y desaciertos, e incluso afirmarán que los mismos fueron graves e importantes. A efectos de mi argumentación, estaría dispuesto a admitir todos esos extremos. Aunque fuera cierto que Aznar fue un desastre, ello no obsta, insisto, para que cuando dice algo que es objetivamente cierto, se le reconozca; o, dicho de otra manera, que cuando tiene razón, hay que dársela (nunca he entendido eso, por otra parte: ¿cómo puede darse algo a alguien que ya tiene ese algo que hay que darle?).
Por ello, cuando Aznar, al criticar la política económica (hacendística, creo que sería más correcto) de Rajoy, ha afirmado que impuestos altos, déficit y deuda son lo contrario del círculo virtuoso, hay que estar de acuerdo con él a pesar de los eventuales prejuicios ideológicos, o incluso personales, que se tengan hacia el personaje.
Es como la curva de Laffer: quizá sea más un unir los puntos que una verdadera función matemática, pero hay que reconocer que se adapta asombrosamente bien a la realidad.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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