miércoles, 10 de mayo de 2017

Vexicología

En España, so capa de la libertad de expresión, se han permitido desafueros y ultrajes a los símbolos nacionales que en países menos acomplejados que el nuestro (al otro lado de los Pirineos, sin ir más lejos, suspenden un partido de fútbol como a alguien se le ocurra pitar el himno patrio… el de ellos, quiero decir) no se consienten. Sin embargo, algunas decisiones del mes pasado me hacen albergar un ligero optimismo.
Por un lado, el Tribunal Superior de Justicia de Navarra prohibió la exhibición de la bandera republicana (la tricolor de la Segunda Republica, quiero decir; la de la Primera República fue la rojigualda de toda la vida) en la asamblea legislativa. Es una de esas mamarrachadas que los progres de todo pelaje hacen a la mínima ocasión, y más especialmente en el aniversario de la proclamación (ilegítima e ilegal) de aquel régimen sectario y liberticida (como el que a ellos les gustaría implantar).
Al otro lado de la piel de toro, el alcalde de Cádiz permitió izar la misma enseña; un ciudadano con espíritu cívico, o quizá simplemente harto de las mamarrachadas del primer edil de la tacita de plata, la echó abajo. Una semana después, un juez obligó a la citada autoridad municipal a quitar inmediatamente la citada enseña, izada según el consistorio como homenaje a los concejales gaditanos y el alcalde Manuel de la Pinta Leal que lucharon por mantener la democracia y el orden constitucional durante el golpe de Estado del 36 y que fueron asesinados por ello; además, recordó que ya se izaron en el mismo mástil tanto la bandera arcoíris como la de la transfobia (sería la contraria a la transfobia, digo yo…) o la scout.
Sin entrar a valorar si en Julio de 1.936 existía democracia en España, por no hablar de eso que tan pomposamente llaman orden constitucional (aunque de mis palabras se desprende que sí lo valoro, y en qué sentido), el hacer referencia a otros trapitos izados no hace sino abundar en lo absurdo de su postura: los mástiles oficiales están para que ondeen las banderas oficiales, según lo dispuesto por la ley. El resto de las enseñas, que cada cual las cuelgue en su casa, si le apetece.
Como yo, que tengo una reproducción de la que fue bandera de España hasta 1.981.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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