lunes, 7 de diciembre de 2020

Todos la misma mierda

Desde siempre, la izquierda ha enarbolado causas que podríamos llamar solidarias o altruistas, como la defensa de los más desfavorecidos, la redistribución de la riqueza, la paz mundial (siempre bajo su égida, claro), el feminismo, la tolerancia sexual, el ecologismo, la oposición al racismo.

También desde siempre, la izquierda ha recurrido a la violencia. En teoría, para alcanzar esos fines tan elevados. En la práctica, para alcanzar algo mucho más pedestre, más prosaico, más a ras de tierra: el poder.

Desde hace unos meses, en Estados Unidos ha alcanzado notoriedad (en el sentido que tiene esa palabra en inglés: tristemente célebre) un movimiento llamado Las vidas negras importan (Black lives matter) -al parecer, las blancas no, o no tanto-, usando como detonante la muerte a manos de la policía de un ciudadano menos-que-ejemplar (ojo, que no estoy diciendo que haya que eliminarlos) de raza negra.

Ya desde el principio, las manifestaciones auspiciadas por este movimiento devinieron en algaradas violentas, incluyendo enfrentamientos con las fuerzas del orden y asaltos a comercios. Tras las elecciones presidenciales de hace un mes, las cosas han ido a peor, y tanto los de las Vidas negras como los antifascistas -me pregunto cuántos de ellos, tan izquierdistas, saben que el fascismo (y el nacionalsocialismo) que dicen combatir es una ideología de izquierdas, por más que eso repatee (y les repatea) al mundo giliprogre- atacan ahora a cualquiera que se declare republicano, pro Trump o insinúe que ha habido fraude electoral, sea el atacado un anciano, una familia o un niño.

No es que me sorprenda: nunca he tenido buen concepto de esos movimientos.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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