Cataluña
nunca ha sido un modelo de orden y concierto desde la instauración de la
democracia, pero al menos durante el pujolato
se mantenía una cierta apariencia de normalidad. Los sucesivos tripartitos,
primero con presidencia socialista y luego bajo la batuta (es un decir) de Arturito Menos, hicieron saltar por los
aires esa apariencia.
De
derrota en derrota hasta el desastre final, la antiguamente hegemónica
formación conservadora ha ido perdiendo paulatinamente apoyos y hasta el
respeto. Es lo que pasa cuando se deja entrar en una asamblea legislativa a un
indocumentado con camiseta y sandalias. Ha sido el grupo de Chancleto, precisamente, el que puede haber dado la puntilla a la agonizante Divergencia y Desunión. Primero se les
marchó el patriarca (o le echaron, aunque fuera de boquilla, para no acabar más
pringados de lo que ya estaban), luego el apéndice calvo y ahora se ven en la
tesitura de tener que deshacerse del matón del tupé y la mandíbula cuadrada
que, como todos los matones, es fuerte con los débiles y débil con los fuertes.
Y que, amarrado al sillón, amenaza con convocar nuevas elecciones para dentro
de un par de meses salvo que corrijan su
error antes del Domingo (porque,
según él, la presidencia de la Generalidad no
es una subasta de pescado).
Porque
la Click de Famobil ya lo ha dicho
muy claro: según ella (otra cosa sería la realidad, que ya se ha visto que
pastorear a un grupo de perroflautas como el de las CUP es tarea harto
complicada si de que marchen al unísono se trata), habría apoyo unánime a Junqueras o a Romeva.
Dejando
aparte el esperpento de que el candidato a la presidencia del consejo de
gobierno de la comunidad autónoma haya sido el que aparece en cuarto lugar en
la lista de la circunscripción más importante por la formación más votada (esto
último ha quedado un tanto enrevesado, pero es la manera perifrástica de decir el número cuatro de la lista por Barcelona
de ‘Juntos por el sí’) –bien es cierto que nada salvo la tradición y el
sentido común obliga a que el candidato sea el número uno y que el número uno
sea el candidato-, esto le produciría (como dice un conocido mío) un orégano de satisfacción y una hemorragia
de alegría al gordo estrábico, ya que vendría a culminar el sorpasso que se produjo en las últimas
elecciones generales. A pesar de lo cual, sigue insistiendo en la negociación,
quizá porque tema que en las próximas elecciones autonómicas el sorpassado sea su partido.
Y
mientras, Junior cree que su franquicia
catalana (aunque no se sabe quién es franquicia de quién allí, como ocurre con
el PSOE y el PSC) ganará los próximos comicios y proclama a la inefable (porque
no hay palabras que alcancen a describirla) alcaldesa de la Ciudad Condal (por
más que hayan retirado del salón de plenos el busto del padre del actual Conde
de Barcelona, esto es, la cabeza del Rey emérito) como la presidenta moral de la Generalidad. Tiene más razón de la que cree,
porque de tal modo ha degenerado la cosa en Cataluña que sólo una sujeta tan éticamente repugnante como la
Bruja Piruja puede erigirse en el
verdadero referente (anti) ético (y antiestético) de semejante pandemonio.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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