Cuando
uno mete a un montón de payasos en un recinto cerrado, lo más normal es que se
le monte un buen circo. Eso es, precisamente, lo que ha ocurrido en la sesión
de constitución del Congreso de los Diputados tras las últimas elecciones
generales.
Para
empezar, fue elegido presidente de la cámara Francisco López, más conocido como
Pachi Nadie en aquellos tiempos, no
tan lejanos, en los que era secretario general de los socialistas vascos. Muy bajo
ha caído el nivel de la clase política española cuando la tercera autoridad del
Estado es, literalmente, un don nadie sin estudios. Y lo peor es que tampoco es
que haya demasiadas alternativas válidas, porque la primera vicepresidenta es
la recordwoman de la cámara jugando
al Candy Crush, la esposa de ese
sociólogo que no da una.
Luego
ha estado el asunto de la toma de posesión, en la que los diputados neocom –unos en mangas de camisa, otros
con los faldones de la camisa por fuera del pantalón, y otros con rastas y
sudadera- han empleado fórmulas a cual más pintoresca. Quizá esté chapado a la
antigua, pero si se hubiera atado en corto en este tema, cuando los diputados
de p-ETA empezaron a tomar posesión con la coletilla de por imperativo legal, ahora no tendríamos estas mamarrachadas. O,
hablando en planta, dos bofetadas bien dadas a tiempo, y andando.
Dentro
del público, dio la nota la concejal estríper, que se sintió molesta por los cacheos a los que fue sometida en la entrada a la cámara. Dejando aparte el
hecho de que tales cacheos son la práctica habitual, si hubiera ido al Congreso
como fue a la capilla de la Complutense, no habría tenido ningún problema,
porque habría estado claro que no tenía nada oculto.
Finalmente,
hay que hablar del tema de Bescansa llevando al hemiciclo a su bebé como modo
de reivindicar la conciliación (que, en realidad, consiste en que los padres
puedan estar con los hijos, y no al revés). Dejando aparte el hecho de que
tiene el riñón lo suficientemente bien forrado como para no tener que montar
ese numerito, además en el Congreso hay una guardería, y un ascensor que le
habría evitado tener que subir andando. Tan evidente fue la cosa que hasta las
feministas, tan calladas cuando la que hace algo no es de derechas, calificaron
de postureo la representación. Incluso
la alcaldesa de Barcelona retuiteó una crítica, aunque reculó al darse cuenta
de que se había colau y que la
criticada era una de su cuerda.
Para
terminar, aclaro que al comienzo de esta entrada he empleado los términos payaso y circo en sentido lato, no estricto. Siento el mayor de los respetos
por la profesión de payaso y por el mundo del circo, y comprendo que si diera
la casualidad de que alguno leyera lo que antecede, podría haberse sentido
ofendido por la odiosa comparación.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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