El
problema del grupo neocom en el
Congreso (problema para ellos, a Dios gracias, y no para España) es que no es
un grupo homogéneo, como es el caso del Partido Popular; ni siquiera es un
grupo más o menos homogéneo, como el
PSOE, donde la única nota discordante suele ser el capitidisminuido grupo del
PSC. No, el grupo parlamentario de Podemos es en realidad un batiburrillo de
movimientos, mareas, círculos y asociaciones que lo único que tienen en común (chiste fácil, lo sé) es el
odio a España y un ansia desmedida e indisimulada de poder apenas disimulada
bajo una capa de demagogia populista de la peor especie. Vamos, nada que les
diferencie de la izquierda española de toda la vida.
Esa heterogenia
compositiva (mira, dos palabras pentasilábicas seguidas) se puso de manifiesto
hace diez días, cuando llegó el momento de crear los grupos parlamentarios. Junior quería (al menos de boquilla) que
sus setenta diputados se agruparan en cuatro grupos, con lo que cobrarían tanto
como el grupo Popular (con casi exactamente un setenta y cinco por ciento más
de miembros) y tendrían más tiempo para hablar. Sin embargo, el Reglamento del
Congreso no permitía esa artimaña (fraude
de ley es la terminología jurídica correcta, y mucho más descriptiva), lo
que generó las primeras tensiones entre los neocom.
Esas tensiones se agudizaron cuando, en el último momento, Podemos solicitó un solo grupo confederal, mientras que cuatro
miembros de Compromís pidieron grupo
propio.
En fin,
sólo queda desear que esto sea el comienzo de una hermosa enemistad. Hermosa para
los que no pensamos como ellos y les vemos como uno de los mayores daños
potenciales para España.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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