Este Lunes se entregaron los balones de oro y, como pronosticaban todas las quinielas, se lo llevó (y, además, de calle) el enano hormonado. Desde mi punto de vista, de forma totalmente inmerecida.
Admitamos que Leonel (o Lionel, nunca me aclaro) Messi es el mejor jugador de fútbol actualmente (opinión que no comparto, pero vamos a tomarla como punto de partida). Admitamos que es, incluso, el mejor jugador de fútbol de la Historia, pasada, presente y futuro (ídem). Eso no quiere decir que siempre y en todo momento su nivel de juego esté por encima del de todos y cada uno de los demás futbolistas.
Tomemos, por ejemplo, el caso del balón entregado en 2.011, que también le dieron al de Rosario. Cualquier logro que hubiera alcanzado con su equipo lo había alcanzado también cualquiera de sus compañeros de equipo; cuatro de los cuales, al menos (hablo de memoria: Iniesta, Hernández, Puyol y Piqué) habían ganado el Mundial de Sudáfrica. Dos de ellos (el de Fuentealbilla y el charnego) estaban en la terna final, por lo que tenían más méritos que el argentino para optar al galardón. Que si quieres.
Admitamos que este año, el eterno rival del argentino en las quinielas no había hecho una campaña mejor que él. Vale, Cristiano Ronaldo fuera. Pero es que el tercero en discordia era Neymar (que tampoco es santo de mi devoción), que ha progresado como jugador de manera espectacular y que mientras el argentino estuvo lesionado poco menos que se echó el equipo a la chepa.
Pues nada. A darle balones al canijo hasta que salgan por las ventanas de su casa.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario