El
gremio de los titiriteros españoles (con esa denominación, no original mía, me
refiero al llamado mundo de la cultura
en general, y al de los actores en particular) es de un sectarismo nauseabundo,
de una ignorancia monstruosa y de una soberbia insuperable (salvo, quizá, por
la de Junior, que alcanza niveles
estratosféricos).
Pensaba
que allende nuestras fronteras, la cosa estaba más suavizada, pero me he
encontrado con la (desagradable) sorpresa de que no es así: en todas partes
parece haber gente ignorante, pagada de sí misma y que no tiene empacho en
soltar las mayores estupideces sin que se les mueva un músculo.
Hablo
del director estadounidense Paul Thomas Anderson, que al hilo del estreno de su
última película (nunca mejor empleada esa metáfora, puesto que el protagonista
es un modisto) ha dejado dos perlas, una relativamente disculpable y otra en
absoluto.
La
primera es opinable. Según él, España es
el peor sitio para el cine de autor, el doblaje es ridículo. Pasemos por
alto lo de cine de autor, que no sé
exactamente qué es lo que el señor Anderson (o el traductor) pretende abarcar
con esa expresión, y centrémonos en lo de que el doblaje español es ridículo. Pasemos
también por alto que siempre se ha considerado (bien es cierto que quizá de
Pirineos para dentro) que el doblaje español era bastante bueno, al menos tradicionalmente
(porque la verdad, esa tendencia últimamente de elegir, sobre todo en comedias
o películas de animación, a famosetes o actores de medio pelo, me pone de los
nervios), y concedamos que al señor Anderson le molesta cómo se doblan sus películas
en España (aunque decirlo en el país en cuestión es, cuando menos, de una descortesía supina). Pues bien, ya que tan de autor
es su cine, que se niegue a que se lo doblen.
La
segunda es de tonto con ventanas a la calle. Por lo visto, la película se
inspira en cierto modo en la figura de Balenciaga. Cuando sale el tema, el
entrevistador menciona que el modisto era español, a lo que el estadounidense
replica que no era español, era vasco (y el entrevistador se calla como una peripatética).
Como he leído por ahí, sólo hay una manera de ser vasco y no ser español, y es
ser francés. Caso que no es el que nos ocupa, porque Balenciaga nació en
Guetaria, provincia de Guipúzcoa y era, por lo tanto, más español que la
tortilla de patatas.
O
Anderson lo sabe, y eso es malo, o no lo sabe, y es peor. O al revés, que
ahora, la verdad, no estoy tan seguro.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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