jueves, 15 de febrero de 2018

La farsa catalana

Lo mejor del fracaso (aparente y de momento) del golpe de Estado perpetrado por los partidos secesionistas catalanes es que están quedando al descubierto las miserias de los golpistas, con la consecuencia inevitable de que, si inspiraban todavía algún respeto (no a sus seguidores, que fanatizados como son les seguirían de cabeza al precipicio, sino a los demás españoles o, ampliando la cosa, seres humanos), el ridículo en el que están cayendo lo está borrando del todo.
Si el golpe hubiera triunfado también habrían quedado al descubierto, pero de un modo mucho más sangriento: cuando gente de esta calaña –los bolcheviques, los fascistas, los nacionalsocialistas, los maoístas, etcétera- alcanza el poder omnímodo, casi lo primero que hacen es aplicar purga tras purga que ríete tú de las de Benito. Pero como la cosa ha quedado, de momento, en el aire, lo que producen en los demás es risa o, si se tiene buen corazón, hasta lástima. Porque las contradicciones son clamorosas.
Por un lado está la sedicente y sediciosa asamblea nacional catalana, que puesta de parte de Cocomocho insta a asumir las consecuencias penales y amenaza con movilizaciones para apoyar acciones valientes. De nuevo debe haber problemas con la traducción del catalán al español (y eso que ambas son lenguas romances), porque ¿cómo se compadece eso con el hecho de que la Click de Famobil haya salido por piernas hacia Venezuela, precisamente para eludir las posibles consecuencias penales? Muy valiente no parece.
Luego está la (presumible, aplicando mutatis mutandis la jerarquía estatal) segunda autoridad de la región, el recién estrenado presidente de la asamblea legislativa. Ha adelantado su intención de pedir medidas cautelares al Tribunal de Estrasburgo (que, visto lo visto y tal como resuelve últimamente contra España, no sería de extrañar que las concediera… pero de eso hablaremos otro día) para poder investir a Cocomocho. Pero hete aquí que el prófugo de la Justicia ha reaccionado, no aplaudiendo con las orejas tal iniciativa (acto que, en todo caso, resultaría difícilmente apreciable dada su frondosidad capilar y aliño capital), sino desautorizando al ierreceo.
Y mientras, en sede judicial, la cosa ya es de esperpento valleinclanesco. Mientras unos dicen que la declaración de independencia fue virtual y no tenía pretensiones de ser llevada a efecto, al tiempo que lloran cual Magdalenas y traen (metafóricamente) a sus nietecitos ante el magistrado, otros se plantan y, contradiciendo a los anteriores, proclaman que la declaración de independencia no fue cosmética, buscaba efectividad real.
Para remate, el estrábico con sobrepeso, haciendo un acto en sus actividades deportivas –que van desde vestir camisetas de una talla muy inferior a la suya a patear a otros reclusos- incurre en otra de esas contradicciones a las que tan aficionados son los secesionistas catalanes: tras pasarse por el escroto las resoluciones del Tribunal Constitucional por activa, pasiva y perifrástica cuando no estaba de acuerdo con las mismas, ahora recurre a dicha corte para pedir la libertad antes de dirigirse a Estrasburgo (procesalmente hablando), alegando la prisión vulnera sus derechos fundamentales y que la Justicia española le está penalizando por su ideología.
Vosotros sí que nos penalizáis, Oriolito…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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