La
Iglesia católica catalana, o al menos una parte no despreciable de su
jerarquía, hace ya tiempo que dejó de ser etimológicamente católica (esto es, universal) para pasar a ser única, radical,
exclusiva y excluyentemente catalana.
Y
dentro de esta iglesia nacionalista catalana no ocupa una parte poco importante
el monasterio benedictino de Montserrat, que con demasiada frecuencia hace
manifestaciones bastante poco espirituales y sí, en cambio, demasiado materiales.
Es el caso de la última noticia, por la que se ha conocido que los monjes del
citado monasterio ruegan a Dios por el restablecimiento del gobierno catalán. Quizá alguien debería explicar a los
reverendos padres (allí, en lo alto de la montaña, puede que no se hayan
enterado bien) de que el gobierno catalán, legal y legítimo, existe; porque ese
por el que, supongo, elevan sus preces a Dios se saltó a la torera la legalidad
internacional, nacional y regional, y por ello fue suspendido. Salvo que, a lo
mejor, por lo que rueguen sea por que los legisladores regionales recuperen el
buen sentido (se restablezcan) y elijan a un presidente del consejo de gobierno que actúe dentro
del ordenamiento jurídico vigente.
Y
mientras, el huido, el prófugo, el sujeto de corte de pelo inefable, más pegado
aún a los asuntos materiales (los principios y las soflamas están bien, pero no
dan de comer ni pagan los alquileres), ha solicitado a la Mesa de la asamblea
legislativa regional que tramite de urgencia el abono de las subvenciones por los resultados electorales. Al fin y al cabo, los dos millones que exige no se
ven todos los días, y menos desde Bruselas.
Se
ve que no le atrae la propuesta ierrecea
de ser presidente de una asamblea de electos. Otra cosa no, pero en la Cataluña secesionista las asambleas las
hay a cascoporro: la regional establecida en la Constitución, la sediciosa y
sedicente asamblea nacional y, ahora, esta otra.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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