Cuando
los neocom irrumpieron en las plazas
públicas –por lo general, de municipios en los que gobernaba el Partido
Popular- lo hicieron, decían, para luchar por la gente contra la casta,
porque esa casta, endogámica y
ensoberbecida, no representaba de verdad a esa gente a la que decían defender.
Sin
embargo (lo de sin embargo es un
decir: no cabía esperar otra cosa), en cuanto empezaron a tocar poder (generalmente con la inestimable colaboración del PSOE, no me cansaré de recordarlo) también
empezaron a olvidarse de la gente, de sus promesas y, sobre todo, de
cumplirlas. No sólo hicieron lo contrario de lo que decían que iban a hacer,
sino que realizaron las mismas acciones que llevaban a cabo aquellos a quienes
criticaban, sólo que corregidas, aumentadas y con una desfachatez que ni la
dureza del muro de Berlín.
Y,
sobre todo, se les ha subido el poder a la cabeza. No han llegado a decir,
todavía, la tan española frase de usted
no sabe con quién está hablando, pero todo se andará. Mientras tanto,
tenemos la versión neocom y
posmoderna: la chica del Kichi (me
refiero a ella con esta perífrasis porque sé que, si la leyera, probablemente
le molestaría; y, además, creo que soy injusto, porque tengo la impresión de
que vale bastante más que el alcalde de Cádiz… para lo que, la verdad, tampoco
hay que correr demasiado), imbuida de pomposidad y prosopopeya, se ha dirigido
a un periodista a través de las redes sociales diciéndole que no la tutee,
porque ella es una autoridad.
Serás lo que quieras, pero de tener auctoritas,
nada de nada, Teresita.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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