viernes, 2 de febrero de 2018

Nos estamos volviendo locos

Cuando surgió la moda de lo políticamente correcto hacía cierta gracia, por lo estúpido del asunto: llamar subsahariano a un africano negro producía la paradoja de que un blanco tan blanco (y tan racista) como Pieter Botha caería dentro de ese término, pues nada hay en África más al Sur del desierto del Sáhara que, precisamente, la república sudafricana.
Luego la cosa ha ido a más, siempre jaleada por los colectivos sedicentemente progresistas, que cual nueva inquisición de la leyenda negra buscan prohibir todo aquellos que no les gusta o que, simplemente, les desagrada. Es el caso, por ejemplo, de la campaña de la Junta de Andalucía contra los piropos, en la que compara a los varones piropeadores con cerdos, buitres o pulpos. Como en todo, hay excesos, y también en el modo en que los hombres expresan su opinión (en teoría favorable) sobre el físico de las mujeres; pero de ahí a generalizar y pretender que todo piropo es una agresión machista, cuando hay algunos que son verdadera poesía, media un abismo.
Abismo al que se ha lanzado de cabeza el ayuntamiento valenciano, gobernado por la conjunción socialcomunista –recordemos: cuando gobiernan los comunistas, es porque los socialistas les han aupado a esa posición; cuando los socialistas gobiernan con el apoyo de los comunistas, adoptan sus postulados-, pretendiendo establecer la censura en las fallas, eliminando canciones machistas y estableciendo recomendaciones en los monumentos.
Y luego se quejan de la censura del franquismo. Manda huevos…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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