Hace
tiempo dije de Alfredo Pérez Rubalcaba que, como buen socialista, coincidía con
la verdad únicamente por casualidad. Lo mismo se puede decir de los políticos
españoles de izquierda en general.
Tras
una audiencia con Su Majestad el Rey hace cosa de un mes, el impresentable
greñudo (ahora que miro la foto, incluso veo que los vaqueros que vestía
estaban rotos) que preside la asamblea legislativa regional balear dijo que el
monarca había dicho que estaba dispuesto a tender
puentes con los golpistas catalanes.
Nadie
se lo tomó demasiado en serio. A diferencia de su padre, y quizá por influencia
materna, Felipe VI no parece demasiado proclive a borbonear. De su padre no sorprendió que en relación con los que
querían destruir España dijera aquello de hablando
se entiende la gente; si lo hiciera el actual Jefe del Estado, muchos se
quedarían ojipláticos.
Al
final, resultó que todo había sido un error del melenas. Había descrito como intenciones regias lo que no eran sino sensaciones plebeyas. ¿El problema? Que,
según él, en español le cuesta expresarse y había cambiado por nervios las palabras.
Que
un comunista mienta más de lo que habla entra dentro de lo admisible. Que una
autoridad española tenga problemas para expresarse en el único idioma que todos
los españoles tienen el deber de conocer es casi delito de lesa Constitución.
Por
no hablar de causa inhabilitante para el ejercicio de cargo público…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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