Cualquier
movimiento que se inicia promoviendo la honradez, la honestidad y la pureza
caerá, inevitablemente, en aquello que dice combatir. Ninguna organización
humana se ha salvado: de la Iglesia católica a la Revolución francesa, en cada
caso se produce la inevitable consecuencia de la imperfección de los seres
humanos que, además de estar enfrente de, están dentro de.
El
movimiento del Me too contra el acoso
a las mujeres (que no acoso machista)
no ha sido una excepción. Hace un mes saltó a los titulares que una de las
pioneras de este movimiento, la italiana Asia Argento, había sido acusada de abuso sexual por un menor de edad. Poco importa que la acusación fuera cierta o
no; poco importa que la acusada negara los abusos; poco importa, incluso, que
los reconociera implícitamente al pagar al acusador. Lo importante de verdad es
que la acusación resultaba verosímil.
Y
un mes después, la fractura se agrandó, cuando la Argento amenazó con demandar
a otra de las voceras del movimiento, la actriz Rose McGowan. Y eso que eran
amigas.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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