Una
de las constantes del Partido Popular, incluso ya desde los tiempos en que era
Alianza Popular, ha sido el maricomplejinismo,
ese temor a reconocer que se era de derechas por miedo a ser tildados de
franquistas… cuando los cuadros dirigentes del franquismo (de Boyer a Fernández
Ordóñez) y los hijos de los gerifaltes del Régimen (de Bermejo a De la Vega)
donde recalaron fue, precisamente, en el partido de la mano y el capullo.
Y
parte importante de ese maricomplejinismo
se debía a Arriola, ese gurú electoral cuya estrategia podría resumirse en a los nuestros ya los tenemos, vamos a ir de
progres para ver si pillamos a los otros, olvidando dos cosas: que ni
tenían tan seguros a los suyos, ni los otros iban a preferir a una copia frente
al original.
Arriola
y su esposa, la inefable Celia Candy
Crush Villalobos, sobrevivieron a Aznar y a Rajoy… pero parece que no a
Casado, que ha relegado a la diputada al ostracismo y ha prescindido del asesor externo (sic), tras sucesivos
fracasos de su acrisolada estrategia.
Quizá
así no le vayan mejor las cosas al PP… pero es difícil que les vaya peor.
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