No
es que haga falta decirlo, porque este es un blog personal y todo lo que en él
se escribe se hace desde el punto de vista del autor (sí, ese mismo que ahora
escribe de él en tercera persona), pero lo aclararé por si acaso hay algún
despistado. El calificativo de malo
que aplicaré a ciertos sucesos históricos está hecho en función de mis
valoraciones sobre los mismos. No dudo que habrá quienes puedan considerar
bueno lo que yo creo malo, pero ¡qué demonios!, que escriban su blog.
Todo
mal, dejado a su albur, acaba colapsando y destruyéndose a sí mismo,
arrastrando generalmente en el proceso a quienes creían poder aprovecharse de
ello. Ocurrió con el Terror en la Revolución Francesa, ocurrió con la Revolución
Rusa, ocurrió con el bando rojo en la guerra civil española (si Franco era un
militar tan inepto como el rojerío repite
sin cesar, habrá que concluir que el bando republicano se deshizo solito) y es
posible que hubiera ocurrido también con la Alemania nazi aunque los
estadounidenses no hubieran intervenido en la guerra europea.
Lo
mismo parece estar ocurriendo con los golpistas catalanes. Cuando más cerca parecían
estar de alcanzar la tan ansiada independencia de la opresora España, dan la impresión de haber apartado los ojos de la
meta para posarlos sobre sus compañeros de viaje y sin embargo rivales y
dedicarse a pegarse zancadillas, puñetazos y puñaladas traperas.
Tras
un cambio de nombre tras otro, la antaño casi todopoderosa Convergencia se ha
visto sentenciada a su desaparición merced al más inepto de sus líderes (qué
cierto es aquello de otro vendrá que
bueno te hará, aquí y en Ferraz), y afronta, al parecer, un congreso terminal gracias a Cocomocho.
No
hay mal que cien años dure…
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