No
es infrecuente que los seres humanos en general proclamen una cosa y hagan en
su vida exactamente la contraria. Tomemos, por ejemplo, el caso de Karl Marx.
El alemán afincado en Londres tronaba contra la propiedad privada de los medios
de producción. Sin embargo, no tuvo el menor escrúpulo en ser mantenido, gran
parte de su vida adulta, por el hijo de un próspero industrial. Es más, el
mantenedor (Friedrich Engels, a la sazón) tampoco mostró escrúpulo alguno, que
yo sepa, en disfrutar de la fortuna amasada por su explotador progenitor.
Sus
descendientes ideológicos en la España actual muestran semejante nivel de
hipocresía. Son tantos los ámbitos de la vida en la que lo hacen que, por
fuerza, hay que concretar para que el comentario no se quede en una crítica
genérica. Tomemos, pues, un caso concreto. A ver… el de Radio Televisión
Española, por ejemplo.
Cuando
estaban en la oposición, socialistas y comunistas clamaban contra la manipulación de la televisión pública
estatal. Cuando se han aupado al Gobierno, una de las primeras cosas que han
hecho ha sido nombrar como mandatodo
a una provecta locutora que ha emprendido una purga de profesionales del ente que,
teniendo en cuenta la escala, deja como ursulinas las que en su día realizaron
el ex seminarista georgiano y el pedófilo chino.
¿Y
esa purga ha sido para instaurar una información veraz, objetiva y, sobre todo,
desideologizada? Quiá, ha sido para instaurar su manipulación, como el presentar a España y Cataluña como dos países tan polarizados. Es difícil
meter más mentiras en menos palabras: ni Cataluña es un país, ni España está
polarizada. Y si lo está sería, precisamente, gracias a Sin Vocales, Junior, Cocomocho y Chistorra.
Pero
ya se sabe: si lo hace la izmierda,
no puede ser malo, porque ellos son ontológicamente buenos. Notej…
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