Llevábamos
(qué guay, esto de hablar en plural mayestático, como hacen los jugadores de
tenis –deporte eminentemente individual-, los entrenadores de fútbol y gente
así) tiempo sin tratar el tema de la exhumación de los restos mortales (me hace
gracia cada vez que un progre usa la expresión restos mortales, porque supone un reconocimiento implícito de que
hay algo en el ser humano que no es mortal… y, por lo tanto, que en alguna
parte, de alguna manera, una porción del Generalísimo sigue viva) de Francisco
Franco Bahamonde del lugar donde reposan, la Basílica de la Santa Cruz del
Valle de los Caídos.
Por
mucho que los suciolistos tuerzan la
Ley para perpetrar semejante acto, hay dos requisitos que no dependen de su voluntad:
el permiso eclesiástico, puesto que la tumba se haya en un edificio religioso,
y el consentimiento de los familiares del difunto (muerta su única hija no hace
mucho, hablamos de nietos y bisnietos, puesto que no creo que haya tataranietos
mayores de edad). Y esos familiares ya han dicho por activa, por pasiva y hasta
por perifrástica que no están por la labor de hacerle el juego al Gobierno, e
incluso han tenido el detalle de avisarle por burofax que podría incurrir en un delito de prevaricación si persisten con su intención de realizar la
exhumación.
Los
suciolistos, tan valientes como
amantes de la verdad, han denunciado por boca del doctor Sin vocales que la familia Franco ha amenazado al Gobierno.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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