No
voy yo a elevar el refrán vox populi, vox
Dei (la voz del pueblo es la voz de Dios) a la categoría de dogma de fe. Pero
sí sostendré que cuando las declaraciones de los políticos son contrarias a las
manifestaciones de la gente (empleo este término a posta, como se verá), por
más que esos políticos digan representar a esa gente, tienen más visos de
ajustarse a la realidad las segundas que las primeras.
Todo
este trabalenguas viene a cuenta del actual inquilino (por ocupación, según
algunas malas lenguas) del palacio de La Moncloa. Según él, desde hace cien
días en España se vive mejor, el aire es más puro, el clima más suave y su
gobierno es representativo de España porque responde a las inquietudes de los
españoles.
Sin
embargo, parece que Sin vocales tiene
una percepción distorsionada de la realidad. Hace casi un mes, en una visita
que hizo a Sanlúcar de Barrameda, no le recibieron precisamente con aplausos y
ovaciones, sino más bien con pitidos y gritos de fuera y sinvergüenzas. Algunos
podrán decir que, estando en Andalucía, todo el público podría estar integrado
por susanistas, y que por eso le
recibieron como le recibieron.
Yo,
sin embargo, creo que fue una manifestación sincera de un sentimiento
verdadero. Y me uní, en espíritu, al griterío.
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