Lo
malo del lenguaje políticamente correcto
–algo que también podríamos llamar jerga
progre- no es esa mezcla de miseria moral e indigencia intelectual que
denota. No, lo peor es que, cual gota malaya, va calando y la mayor parte de la
gente habla así.
Tomemos
como ejemplo el de las bandas de negros –no me cansaré de decir que lo de subsaharianos es una chorrada como un
templo, porque incluiría a los afrikáner, algo que no creo que les hiciera
demasiada gracia a los descendientes de los bóer- que cada vez con mayor
frecuencia, más violencia y en mayor número atacan las vallas fronterizas entre
las ciudades autónomas españolas del Norte de África y el país donde rige la
monarquía alauita. Los titulares dicen 200 inmigrantes saltan la valla fronteriza de Ceuta y dejan cinco guardias civiles heridos, o bien España devuelve a Marruecos a los 116 inmigrantes que asaltaron la valla de Ceuta.
En
esa línea, los progres recuerdan cuando, hace medio siglo, los españoles se
veían forzados a hacer la maleta y cruzar los Pirineos en busca de un futuro
mejor para ellos y sus familias. Esa equiparación, sobre ser una falacia, es un
insulto a aquellos esforzados trabajadores que, matándose a trabajar, lograron
sacar adelante a sus familia. Y lo es porque los españoles marchaban
civilizadamente, con un contrato de trabajo, sin emplear la violencia y sin
pretender vivir de la sopa boba del país al cual se dirigían.
Cuando
alguien entra en un país de manera tumultuaria, con violencia y con ánimo de
parasitar el país de destino, no es un inmigrante: es un invasor. Y a los
invasores se les repele o se sucumbe ante ellos. Eso
vale tanto para hoy como para el año 711.
Convendría recordar Guadalete, porque hoy como entonces tenemos al enemigo dentro, además de enfrente...
Convendría recordar Guadalete, porque hoy como entonces tenemos al enemigo dentro, además de enfrente...
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