Hace
ya mucho, mucho tiempo que el Partido Socialista Obrero Español en general, y
su sucursal (o su matriz, que uno no acaba de aclararse) catalana en
particular, abandonaron las filas de los constitucionalistas.
Algo que es perfectamente comprensible para cualquiera que conozca mínimamente
la historia del partido de los de la mano y el capullo.
Un
cuarto de siglo atrás, cercado y acosado por la corrupción, el terrorismo de
Estado, los contubernios con los asesinos y demás rasgos característicos del
peor PSOE (alguno bueno hay, pero es escaso y cuesta encontrarlo), el vicetodo se desgañitaba hablando del bloque anticonstitucional; él, que había
enterrado a Montesquieu y que se había ufanado de que iba a dejar a España que
no la reconocería ni la madre que la parió.
La
rama catalana siempre ha estado más próxima a los secesionistas que al espíritu
de la carta magna española, oscilando entre la (presunta) ambigüedad y el
compadreo descarado. Tan es así que cuando, brevemente, desalojaron a los de Polluelo del palacio de la plaza de san
Jaime, las cosas no cambiaron en absoluto en la región nororiental de España; y
si lo hicieron, fue a peor.
Todo
este rollo, además de para hacer bulto, viene a cuento de la noticia (vieja ya
de casi dos semanas) de que la archimentada sección catalana de los suciolistos declaró que no apoyaría la
moción de censura que Ciudadanos presentó contra Chistorra porque, dijeron, Ciudadanos no es la solución.
Es
posible, Maricatalino. Pero vosotros sois parte del problema.
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