Como
no me canso de decir, si lo del calentamiento global antropogénico irreversible
fuera total, completa y absolutamente cierto, no habría necesidad de falsear
los datos y las estadísticas, ni tampoco de utilizar a una niña con (a ver cómo
lo digo) peculiaridades psicológicas.
Pero
el caso es que hacen una cosa y la otra, a veces de manera simultánea. Como hace
diez días, cuando saltó la noticia de que la adolescente a la que podríamos llamar
la doncella de Estocolmo, en su
alocución ante la asamblea general de las Naciones Unidas, cometió un error
(para sus defensores) o mintió como una bellaca (para los que no comulgamos con
sus ruedas de molino), o la engañaron miserablemente (esto vale para cualquiera
de los dos grupos) al proclamar que la gente está muriendo por el cambio
climático.
Esto,
que indudablemente es cierto (la gente también muere porque le caiga un rayo
encima, y hasta por cornada de burro, dado el caso, pero nadie hace de ello un casus belli, valga la licencia expresiva
latina), hay que ponerlo en contexto: y el hecho es que, tanto en términos
absolutos como relativos (esto aún más, puesto que la población humana del
globo no deja de aumentar), cada vez muere menos gente por esta causa.
Hasta
un noventa y cinco por ciento menos, para ser precisos.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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