Cuando
escribí la entrada anterior de esta serie pensé –de hecho, escribí, más o
menos- que por fin habíamos llegado al final. Nada más lejos de la realidad:
como en el caso de la exhumación de los restos mortales de Franco, todavía
quedan recursos judiciales que plantear e instancias ante las que apelar. Eso,
por no hablar de los flecos que se producirán.
Empezando
por las reacciones profesionales, hay
que hablar de la Fiscalía. Tengo que reconocer que, habituado a que los
Fiscales Generales del Estado –y más todavía en el caso de gobiernos
socialistas- sean una especie de correa de transmisión del Gobierno de turno,
la presente titular del puesto me está sorprendiendo muy agradablemente, pues
está demostrando una independencia de criterio (quizá si mi opinión sobre el
golpe fuera otra no pensaría lo mismo) y una firmeza de carácter dignas del
mayor encomio.
De
un modo que hasta los más legos en Derecho puedan entenderlo, la Fiscalía ha traslucido
su profundo malestar con la sentencia del proceso al proceso, al declarar que la condena por sedición es albañilería jurídica. Leyendo el artículo –bien es cierto que un poco en diagonal- no
me queda claro si lo que quieren decir es que los magistrados se han esforzado
en levantar un edificio argumentativo, en lugar de actuar conforme a su
conciencia jurídica, o bien que se trata de una chapuza. Quizá sea esto último,
ya que los fiscales consideran que los argumentos esgrimidos por el Supremo
para justificar la sedición son
contradictorios.
Como
he dicho, el Ministerio Público se está comportando con gallardía personal y
firmeza profesional. La labor de desdoro, de mamporrero del Ejecutivo, ha
quedado para la abogacía del Estado, que se ha cubierto de guano con su
actuación (al menos, los presentes; los pasados fueron sustituidos por no
plegarse a los requerimientos de los que mandan). Y todo ello, ¿para qué? Si lo
que pretendían era apaciguar a los golpistas, les ha salido el tiro por la
culata, puesto que las organizaciones separatistas han intentado provocar el caos en Cataluña con la complicidad de la Generalidad.
De
momento, de los alborotadores hay uno que ha perdido un ojo, y otro que ha
perdido un huevo. Lo que me extraña, porque pensé que carecían de este último
elemento anatómico.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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