No
deja de ser casualidad que corresponda comentar esta noticia la víspera de la
(veremos) exhumación de los restos mortales de su excelencia el Jefe del
Estado, don Francisco Franco Bahamonde.
Cuando
se publicó la noticia de que el prior del Valle de los Caídos se oponía a la exhumación de Franco en tanto en cuanto no se hubieran sustanciado todos los posibles (y probables) recursos judiciales en las sucesivas instancias, nacionales e internacionales, oí decir en la radio que esa actitud desgastaba a la
Iglesia como institución. Y lo primero que pensé fue ¿entre quienes, entre los
rojos? Esos ya los tiene perdidos.
Y
luego están esas noticias/rumores/lo que sea, que insinúan que el cadáver del
Caudillo no se encuentra donde todos suponemos que lleva descansando cuatro
décadas y media –es decir, en el ataúd bajo la lápida del altar mayor de la
basílica-, sino que fue enterrado en algún lugar
secreto del Valle.
Extremo
al que, personalmente, no le doy la más mínima credibilidad, puesto que ello
supondría unas capacidades de previsión muy alejadas de las del español medio. Aunque,
por otra parte, y mientras escribo, se me ocurre que los que vivieron la Guerra
Civil conocían, mejor que nadie, de lo que son capaces los rojos en materia de
profanación de cadáveres. Así que, quizá, sea verdad.
Dios,
lo que pagaría en tal caso por ver en persona la jeta de los suciatas…
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