domingo, 31 de enero de 2016

Mazinger Z

La serie japonesa del gigantesco robot enfrentado a incontables brutos mecánicos enviados por el doctor Infierno para intentar conquistar el mundo tiene un lugar especial en la memoria de todos aquellos que, como yo, nos aproximamos al medio siglo de vida. ¿Quién no recuerda los gritos de planeador abajo, puños fuera o el apócrifo –como el elemental, mi querido Watson, no se dice ni una vez en los noventa y dos capítulos de la serie- pechos fuera?
Esta serie fue de las primeras que conseguí cuando me mudé a mi casa, y ya había empezado a verla alguna que otra vez. Sin embargo, no ha sido hasta recientemente que, con ese espíritu tesonero que alguna conocida dice que tengo, me impuse la tarea de tragarme, uno detrás de otro, todos los episodios de la serie.
Como resultado, he sacado algunas conclusiones, que pueden resumirse en que tenía (mos) la serie completamente mitificada. Ahí van:

  • En los años setenta, Televisión Española –por otra parte, la única que había- emitió treinta y dos capítulos, que pueden dividirse en dos mitades bien diferenciadas. Los dieciséis primeros episodios narran desde el origen del robot hasta que éste adquiere sus alas; el segundo bloque narra sus aventuras hasta que el doctor Infierno y sus secuaces, el barón Ashler y el conde Brocken, consiguen un pedazo de japanium con el que construirán un bruto mecánico para (intentar) destruir a Mazinger Z (cuarenta años me he tirado sin saber qué demonios pasaba después, lo que supera de largo el cuarto de siglo que esperé hasta saber cómo acababa El gran Jack). En la serie original, los hechos narrados requerían unos cincuenta episodios, así que TVE se saltó episodios a discreción; muchos más en la primera mitad (unos veinte) que en la segunda.
  • En general, y dentro de distintos bloques, el orden de los episodios es indiferente (hay poco o ningún continuará, sobre todo al principio): así, hasta que es creado el Jet Scrander (las alas de Mazinger), los episodios pueden barajarse casi a voluntad; lo mismo ocurre hasta la aparición del conde Brocken, la creación del Boss Robot, la sustitución de una fortaleza submarina por otra, la desaparición de Afrodita A y la aparición de Diana A, etcétera.
  • La trama tiene más agujeros que un queso emmental: no se explica cómo el doctor Kabuto, un anciano, pudo construir él solo un robot de treinta metros; o cuál era el origen del barón (o baronesa, según le diera al doctor Infierno por llamarle) Ashler (dos momias cosidas y reanimadas) o el conde Brocken; o por qué el doctor Infierno quería conquistar el mundo (resulta que fue objeto de acoso escolar); de dónde salen el Gran Mazinger, su constructor y su piloto, y por qué han esperado toda la serie para hacer acto de presencia.
  • Los malos, además de malos, son tontos de remate: ni aprenden de sus errores, ni aprovechan sus aciertos. Tal parece que después de cada enfrentamiento les borraran la memoria e intentaran derrotar a Mazinger partiendo de cero en cuanto a estrategia se refiere.
  • La serie era machista y violenta a más no poder. En cuanto a lo primero, a Koji sólo le falta decirle a Sayaka que estaría mejor en casa y con la pata quebrada; en cuanto a lo segundo, cuando llega el caso los máscaras de hierro (más que los cruces de hierro) son aplastados por los robots como si fuesen cucarachas.
  • Hay altibajos en la calidad del dibujo, cambios de proporciones, de colores… hasta los Picapiedra tenían más coherencia estética, por amor de Dios…
  • Como en todos los dibujos animados, los escenarios se repiten: los pasillos son inacabables, aunque las puertas sean todas iguales; y por si acaso no nos damos cuenta y cuela, primero muestran una escena y luego la misma, sólo que reflejada.
  • No se explica la relación digamos simbiótica que Koji, Sayaka y Boss mantienen con sus respectivos robots (este último, además, el más expresivo de los tres, aunque no creo que se deba a estar hecho de chatarra): además de que lo que daña al autómata daña a su piloto, éste –sobre todo en el caso de Koji- no para de decir lo que va a hacer a continuación (ahora puños fuera, ahora fuego de pecho, ahora viento mortal…), como si necesitara que le oyera para saber qué hacer.
  • Dejo para el final el doblaje, por lo visto hecho en Venezuela pero con dobladores cubanos: para un hispanoparlante español resulta doloroso escuchar tanto giro hispanoamericano (ya tú sabes), tanto barón (o baronesa, ya lo he dicho) Ashura y tanto doctor Hell (aunque a mitad de la serie cambian de criterio y pasan a llamarle doctor Infierno, sin explicación ninguna). El colmo es el personaje del vizconde Pigman, traducido como Cerdo cuando debería haber sido Pigmeo, algo evidente a poco que los traductores hubiesen visto cómo era el personaje.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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