domingo, 29 de mayo de 2016

Totalitarismo de aldea

En la España del último siglo ha habido, básicamente, dos regionalismos secesionistas, el vasco y el catalán. En los últimos cincuenta años se ha tendido a calificar el primero como de malo o violento y el segundo como menos malo, o no violento, o dialogante, o cualquier otro epíteto equivalente a sí, vale, pero…
Sin embargo, ambos nacionalismos son igual de malos. Simplificando, se podría decir que los vascos han causado más muertes que los catalanes (habiéndolas causado también éstos) porque los primeros son más brutos y los segundos más cobardes. Esto dicho, ambos coinciden en su objetivo: crear un entorno donde ellos sean los amos y señores absolutos de todo y de todos. En esto, los catalanes han logrado avanzar más que los vascos, quizá porque ese idioma de laboratorio que nadie habla en la calle no hay Cristo que lo entienda. En cambio, como el catalán, mal que bien, se entiende más o menos por un hispanoparlante (al fin y al cabo, es un dialecto del occitano, lengua romance al fin y al cabo), a la chita callando han conseguido precisamente eso, callar a cualquiera que hablase, y hasta que pensase, en español. Eso, al tiempo que se pasaban las normas y resoluciones judiciales españolas que no les placían por el epidídimo.
Sin embargo, el que la mayoría de los políticos catalanes sean secesionistas o filosecesionistas, y que los ciudadanos secesionistas sean los que más ruido hacen, no implica necesariamente que la mayoría de los catalanes (ya se sabe, la famosa mayoría silenciosa) quieran dejar España (y si supieran la que les espera ahí fuera, menos aún). Eso quedó demostrado a principios de mes, cuando antisistemas sistemizados y republicanos de izquierda llamaron a la desobediencia al Tribunal Constitucional con una manifestación en Barcelona… a la que acudieron menos de dos mil personas. Para qué convocar una concentración para no acatar resoluciones judiciales si llevan cuarenta años haciéndolo (el desacato) sin convocar a nadie…
Y mientras, los dos partidos que parieron la sedicente y sediciosa Asamblea Nacional Catalana andan a la gresca: natural, con tantas cosas que les separan (izquierda y derecha, republicanos y burgueses…), lo único que tienen en común es que quieren ser el gallo del gallinero… ellos, y no los otros. Y como en todo órgano revolucionario y totalitario, la citada asamblea ya empieza con las purgas y los avisos, anulando candidaturas desafectas y advirtiendo a la gente que no se vayan de la boca según donde si quieren entrar en la dirección.
No, si todavía acabaremos echando de menos a Jorgito Poyuelo
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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