viernes, 23 de marzo de 2018

Memorracha (Memorrachas II)


Esta entrada debería haber salido ayer, y la de ayer hoy, de acuerdo con la política FIFO (first in, first out) que, en general, sigo para la publicación. Sin embargo, empecé a escribir sin mirar demasiado cuál era la noticia a comentar –teniendo, eso sí, la vaga idea de que tenía algo que ver con el día de la mujer-, y cuando me di cuenta de que lo escrito casaba más con el acontecimiento general (o colectivo) que con el particular (o individual), me dio pereza tener que pensar en qué escribir como nueva introducción, así que cambié lugares (o fechas). Además, por otra parte, la introducción a esta entrada prácticamente se ha escrito sola, y así he tenido tiempo para pensar qué escribir a continuación. Porque para escribir estas entradas, en general me ocurre como para mover una máquina de coser de las antiguas (las de pedal): lo que me cuesta es empezar, pero luego la cosa va de corrido.
De entre los últimos regidores municipales de la Villa y Corte, uno de los que ocupan los primeros puestos en los índices de popularidad (lo admito, me estoy marcando un farol, pero no creo errar) es Enrique Tierno Galván (conocido como víbora con cataratas en cierto portal de la zona de Argüelles). ¿Y por qué? No por sus logros al frente de la gestión municipal, que no creo que fueran ni muchos ni muy importantes (gracias a Dios, la izquierda nada más ha gobernado en Madrid apenas una cuarta parte de los últimos cuarenta años), sino más bien por su estilo personal: amable, simpático, sin decir una palabra más alta que otra (aunque, según fama, Luis XVI de Francia y Carlos IV de España eran más o menos así, y al fin y a la postre no les sirvió de demasiado) y, claro, autor de unos bandos que, la verdad, no es que llevaran a alguna parte, pero resultaban agradables de leer (y hacer que algo relacionado con lo jurídico, lo legal o lo administrativo resulte agradable de leer no es poco mérito, eso es cierto).
Está ahora al frente del consistorio madrileño una especie de trasunto femenino del antedicho: no dice una palabra más alta que otra, sonríe mucho y no hace casi nada. Casi nada bueno, quiero decir. Porque, a diferencia de su predecesor, a ésta el sectarismo le supura por todos los poros de la piel (no sé si Tierno Galván era sectario, pero no recuerdo que se le notara). Bueno, eso y la estulticia, porque las tonterías que dice son impropias de alguien que fue primero abogada (si bien de izquierdas) y luego juez (y decana de los de Madrid, si no recuerdo mal); pero claro, el sectarismo es capaz de echar a perder hasta la inteligencia más preclara (no digamos ya la más preoscura).
Voy concluyendo. Todo lo anterior es para decir que cuando doña Rojelia dijo que ellas (las mujeres) podía ponerse el delantal a ratos y después convertirlo enuna capa de Superwoman demostró una ignorancia palmaria, como en tantos otros órdenes de la vida, en materia de tebeos de superhéroes. ¿Por qué? Porque no creo que supiera que existe semejante personaje (hasta yo, que creo estar bastante más versado en la materia que la comprensiva con los terroristas, he tenido que bucear en internet para localizar al personaje), siendo mucho más conocidas, bien Supergirl (la prima de Superman con un traje parecido al suyo), bien Wonder Woman, que sería el trasunto femenizo del último hijo de Kripton (aunque no lleva capa, con lo que quedaría descartada).
Ahora bien, si alguien es capaz de demostrarme que la paleocom de la candidatura neocom sabía de lo que estaba hablando, retiro lo dicho. Pero no la entrada, que me ha quedado la mar de hermosa…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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