Este libro ha resultado ser una de esas sorpresas agradables con las que uno se
encuentra por casualidad (naturalmente: si no fuera por casualidad, sino
premeditadamente, no sería una sorpresa). Me explico.
Aunque
leo casi de todo, creo que soy bastante un lector de autores. Es decir,
hay una serie de autores -Stephen King y John Grisham serían los más prolíficos
y regulares (a veces me pregunto si escriben todo lo que publican o tienen negros
que lo hacen por ellos, como se insinúa, no de ellos en concreto sino de los
autores famosos en general, en la novela que comento en esta entrada), pero
también incluiría a Frederick Forsyth- de los que tengo prácticamente la obra
completa y de los que compro (y coloco en fila de lectura, claro: el siguiente
es uno de Grisham y el que irá a continuación es de King) cada nueva obra que
publican.
Luego
están los libros raros que compro yo mismo, aunque en general tienen que
ver, bien con autores que conozco, bien con películas que me han gustado: los
dos que siguen al de King caen, respectivamente, en esas categorías. A
continuación vendrían libros que me recomiendan (Canción de hielo y fuego)
o que me llaman la atención por algo (The expanse).
Finalmente,
están los que me regalan, como quien dice, sin haberme consultado. En
esa categoría cae esta obra, regalo de cumpleaños de hace dos años -sí, todo
ese tiempo he tardado en leérmelo- y, apostaría, elegido por mi hermano pequeño
que, como conoce bien mis gustos, suele acertar (la Trilogía del Baztán
cae en esa misma categoría).
Conforme
avanzaba en la lectura, caí en que era una especie de libro cebolla: el
autor, Joël Dicker, relata en su novela cómo un escritor, Marcus Goldman, relata
en su novela cómo un escritor, Harry Quebert, relata en su novela su relación
con Nola Kellergan. Y todavía podría añadirse una capa intermedia más, que no
revelaré para no destrozar la historia a quien pueda leer este comentario y no
haya leído la novela.
En
la breve semblanza biográfica del autor que trae el libro dicen que esta novela
se ha considerado como una mezcla de Larsson -supongo que porque, como en Millennium,
el personaje es un escritor que investiga el misterio de la desaparición de una
adolescente décadas atrás-, Nabokov -asumo que, porque como en Lolita,
se trata el tema de los amores entre un profesor (aunque eso lo será más tarde)
maduro (relativamente) y una adolescente aparentemente angelical y que luego no
lo es tanto- y Roth (aquí se me escapa la ligazón, puesto que lo único que he
leído de él es La conjura contra América). También podría considerarse
como un ejercicio de metaliteratura, ya que los agradecimientos serían, no de
Dicker, sino de Goldman, y van dirigidos a cuatro personajes de la novela.
Y,
tras todo este rollo, llega mi opinión personal: me ha gustado. Es una novela que,
pese a transcurrir en (básicamente) dos periodos de tiempo diferentes, se sigue
bien (al menos en mi caso: veremos qué pasa con mi padre, al que estas cosas le
desconciertan -o desagradan- y al que acabo de pasarle la novela según la he
terminado). Tiene tantos giros de guion -en parte porque Dicker hace que
nosotros, los lectores, sepamos exactamente lo mismo que el personaje, Goldman,
con lo que vamos descubriendo las cosas al mismo tiempo que él- que, en cierto
momento, lo único que parece claro al principio -que Harry Quebert no es el
asesino- deje de estar tan claro.
Para
terminar, una aparente incongruencia: en cierto pasaje se relata como el
presunto -por entonces- asesino cometió su crimen. Pero si luego ese personaje
resultó no ser el criminal… ¿de dónde salió esa historia, esos hechos que no
habían sucedido?
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